jueves, 29 de mayo de 2008

La excesiva importancia de los medios de comunicación

En estos días estamos asistiendo al juicio entre Ruiz Gallardón y Jiménez Losantos referente a una supuesta intromisión en el honor del primero por parte del segundo.

En mi opinión este esperpento mediático esconde un problema mucho más acuciante, y es el poder que los medios de comunicación masivos tienen en el debate político. Ellos establecen los temas de debate, ellos se tranforman en expertos del tema que se trate, ya sea economía, política exterior, defensa, agricultura, medio ambiente o infraesteucturas, y ellos evitan el debate con auténticos analistas expertos, precisamente para que no queden al aire las vergüenzas de encumbrados periodistas.

Y es que el periodista ya no cuenta noticias; opina, editorializa, pero lo hace de forma inmediata, superficial y constreñida a unos presupuestos algunas veces autoimpuestos. Por ejemplo, haga bien o haga mal Esperanza Aguirre, es difícil encontrar al mencionado Losantos críticas a las mismas actitudes autoritarias que le critica a Rajoy: ¿le pedirá Losantos a Aguirre las mismas primarias en el Congreso Regional?¿Le pedirá a la Presidenta que flexibilice las normas para que existan otros candidatos?

No se deben olvidar algunos aspectos que son fundamentales: primero, la prioridad de todos estos líderes mediáticos es ganar dinero, objetivo muy respetable aunque poco loable. Segundo, cuando hablan, aunque parezca que sientan cátedra, no dejan de expresar una opinión, normalmente personal, no sujeta a análisis previo y sujeta a los peajes propios de los medios de comunicación, es decir, siempre opinan sobre lo que está pasando en cada momento, por lo que pierden perspectiva en su análisis y normalmente queda circunscrito a la inmediatez de la noticia: opinar sobre lo ocurrido hace más de un día no es noticiable y por tanto no es opinable. El problema es que, para tener una opinión contrastada, es necesario un análisis previo que requiere tiempo, y eso no es de lo que disponen los autodenominados analistas polítios. Tercero, y más importante: son generadores de opinión. Tan inmediatos son los análisis que hacen y tan rápido cambian de tema que hacen que los oyentes o televidentes solo puedan seguir la opinión generada, dándola por aceptable, y negando a la opinión pública la generación de su propio análisis y por tanto de su propia opinión.

Con todo ello, creo oportuno llamar la atención de lo importante que es contrastar la información que se radia o transmite, que se lee o se escucha, porque en muchos casos, esta información está altamente contaminada por el sesgo del comunicador.

No es habitual encontrar personas que sean capaces de leer más de un periódico, escuchar más de una emisora de radio o ver un informativo en más de una cadena de televisión, y además siempre se lee, se escucha o se ve la información en la misma fuente de infomación. Es decir, el oyente tradicional de la SER, raramente oirá la COPE, y el lector de ABC pocas o ninguna vez leerá El País.

Hoy, gracias a internet es posible contrastar información, es posible ver, leer o escuchar más de una fuente de información. El problema reside en la virtud cívica de los ciudadanos, ya que esta opción requiere una actitud proactiva de búsqueda y análisis, mientras que de otra forma nos convertimos en meros consumidores de información precocinada, lista para servir. Esto implica una actitud responsable antes de la opinión, y puesto que esto no se hace asiduamente, quienes sí lo hacen, aunque sea de forma tan burda, se convierten en reyes tuertos en el país de los ciegos.

Y el problema es que, cada cierto periodo de tiempo, se nos pide opinión, a través de las elecciones, para que decidamos quién debe dirigir y gestionar nuestros intereses, y lo hacemos desde la más inocente ignorancia.

La prueba irrefutable de lo que digo es lo difícil que resulta escuchar o leer lo que los políticos dicen o hacen sin la censura previa del comunicador que extracta lo que quiere y da la visión de lo que quiere, sin importar ni el contexto ni la totalidad del presupuesto. Sólo en internet tenemos a disposición largos discursos escritos que requieren algo más que virtud para analizarlos. ¿Para cuándo debates políticos fuera de campaña electoral realiados por los propios políticos?Los pocos programas de debate existentes (recuerdo el programa Asamblea, y alguno más) se hacen en horario de mínima audiencia y en fomatos que hasta los propios intervinientes acaban dormitando por el plató.

Nunca más que ahora, está vigente el argumento principal que Ortega describía en su libro La Rebelión de las Masas, que desde aquí recomiendo, para darnos cuenta de lo fácil que es caer en la falacia de pensar que, responsablemente tomamos deciciones autónomas ajustando nuestro criterio de decisión a los medios de comunicación.

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