miércoles, 17 de octubre de 2012

Negro futuro en España

Hacía muchos meses que no escribía una nueva entrada. La situación económica y política ha sido, durante estos meses, una constante desoladora en el acervo colectivo. Corruptelas, desaires a la conciencia nacional,      mentiras preelectorales, ajustes que afectan a los de siempre mientras, también los otros de siempre se enriquecen gracias a esos "ajustes necesarios". Tampoco es nueva la falta de valentía política para aplicar los ajustes donde de verdad hacen falta, como tampoco es nueva la hipocresía de quienes hace décadas se arrogaron la capacidad de negociar y decidir cuándo hay que protestar y cuándo meter la cabeza bajo tierra.

No encontraba motivo alguno para pensar en voz alta, pero dos datos me han dado que pensar, y no porque sean nuevos sino por su enorme importancia para nuestro futuro como nación, como sociedad que aspira a ser avanzada y como una más que urgente necesidad de revisar el sistema de valores instalados en nuestro deprimente y decadente entorno.

La emigración española se ha incrementado  un 22% desde 2008, en su mayoría jóvenes. Sólo en lo que va de año, 54.912 españoles (Dato procedente del INE), han decidido poner tierra de por medio. El dato no es que sea preocupante por su cantidad, que es lo que curiosamente han difundido los medios de comunicación. Lo que a mí más me preocupa es la calidad de esa emigración.

Mientras que el Ejército debe proteger las fronteras en Melilla para que personas de nula o muy escasa cualificación profesional no sigan accediendo a nuestro país, miles de universitarios deciden ir a trabajar a países donde esperan ser mejor utilizados: Alemania, Suiza, EEUU, Canadá o Chile, son destinos favorecidos, y éste es un dato que no nos podemos permitir.

La formación de cada ingeniero, arquitecto o licenciado cuesta al Estado español más de un millón de euros, desde el inicio de su etapa escolar hasta que finalizan sus estudios universitarios, y cuando empiezan a ser productivos, cuando pueden devolver parte a la sociedad que los formó, con sus capacidades y sus retenciones a cuenta, nuestro panorama empresarial es incapaz de retenerlos. Mientras, y aquí viene el segundo dato escalofriante, España encabeza, por número, la generación "ni-ni",. es decir, los vagos, los fracasados se quedan, mientras eso sucede, los que valen se van. Importamos mano de obra barata, no cualificada y sin formación, y exportamos capital humano de gran valor, lo que seguirá esquilmando las arcas del Estado y empobrecerá al país de talento y oportunidad.

Ya no solo cabe hablar de futuro, sino que el presente se muestra peligrosamente descompensado: personas de experiencia cuyo pecado es cumplir cincuenta años son despedidas cada día, amortizamos los puestos de trabajo que se pueden y el resto de suple con mano de obra de nula experiencia y poca empleabilidad. Las familias junto al Estado, soportan el coste de mantener un 30% de los jóvenes españoles sin trabajar ni formarse, mientras que, la sociedad española lucha por mantener un status quo inasumible. Los llamados "sindicatos de estudiantes" (una contradicción en sus términos), lejos de exigir un futuro profesional digno, luchan por unos supuestos recortes que, digámoslo claro, ellos despilfarran. Los sindicatos, cómplices mudos durante años de gobierno socialista, ahora protestan mientras se aprovechan de aquello sobre lo que protestan.

Mientras países como Canadá, Estados Unidos, Suiza o Alemania, por poner destinos migratorios preferidos de nuestros jóvenes, tienen menos gasto en educación que España, ésta muestra las cifras más desastrosas de calidad en la educación. Malos estudiantes, universidades perdidas en los principales rankings, estudiantes fracasados, sindicatos que gangrenan la educación y políticos que se amedrentan cuando intentan modificar un sistema que se ha manifestado ineficaz, costoso, improductivo y donde sindicalistas y políticos de medio pelo se hacen de oro a costa de la educación. Subvenciones sin fin a la formación continua, subvenciones al transporte, a los libros, a las actividades extraescolares, encontraban en los sindicatos o en las asociaciones de padres y madres, perceptores agradecidos, donde no se exige ninguna contraprestación, como por ejemplo, aprobar para recibir estas subvenciones. Donde los alumnos (y sus padres) se niegan a cumplir con la única obligación que nuestra Constitución les exige, donde se puede repetir años y años sin que ello suponga ningún perjuicio económico para esa familia permisiva., en ese lugar, llamado España, los estómagos agradecidos braman porque el Gobierno mantenga el despilfarro. Y mientras, los ni-ni, con sus móviles de última generación, sus modas, sus botellones, su nula preocupación por algo que no sean ellos mismos, ellos se convierten en los Reyes del Mambo.

Treinta años de leyes educativas socialistas nos han llevado a esta situación, la peor de la Historia. Nunca antes nuestro sistema educativo ha salido tan escandalosamente mal parado n cualquier comparación, nunca antes se había despilfarrado tanto y nunca se había producido tal cantidad de vagos. Y, aquella minoría, preocupada por su futuro, sin saber que su futuro es el de España, que ha conseguido una formación de cierto nivel, emigra. Y lo hace ante la falta de expectativas y oportunidades, y lo hacen sin mirar atrás, porque lo que hay atrás no merece atención. Y lo que hay detrás es, España.