viernes, 23 de mayo de 2008

De las espantadas y la táctica política

Sin duda es difícil manejar los tiempos en política. El periodo plebiscitario prácticamente es un continuo y no hay margen para el paréntesis sosegado que permita parar, analizar el pasado, observar el presente y trazar una estrategia de futuro.

Si se tuviera que elegir un instante, todos convendríamos que éste es el lugar y el momento, cuando se han producido unas elecciones generales. Éste es el momento en que los dirigentes de los partidos deben plantear sus opciones de futuro.

En el caso del PP, cabe ecir que este proceso se está llevando a cabo de forma lamentable, aunque no creo que toda la culpa sea del Presidente del partido, Mariano Rajoy, y sí creo que muchos dirigentes del mismo tienen mucho interés en permanecer en sus poltronas, y otros decididamente están intentando influir en la dirección del partido porque, honestamente piensan que el rumbo debe ser otro. El problema es identificar quién está en esta tesitura.

Y la cosa se resuelve de forma muy sencilla: con la rotación de cargos. En el momento que ningún dirigente pueda estar desempeñando su función durante más de ocho años y además lo desempeñen con una edad mínima de cuarenta años, ocurrirán dos cosas: primero que los llamados a ser líderes deberán preocuparse antes por desarrollar su carrera profesional fuera del partido, y dedicarse a la política por vocación, renunciando a su desarrollo profesional, y segundo al estar un máximo de ocho años en el desempeño del puesto, o cambian de puesto o tendrán que regresar a su carrera profesional.

De esta forma, los burócratas del partido, que en todos los partidos existen, a los que no se les conoce experiencia profesional alguna, y a los que quieren seguir sintiendo el pelo de la moqueta, no les quedaría más remedio que, abandonar el partido o asegurarse un currículum adecuado.

Resulta vergonzoso observar cómo personas sin ninguna formación política, ninguna experiencia profesional y que han vivido a expensas del erario público, se erigen en capacitados líderes que afirman conocer los problemas de los españoles y que son ellos y no otros los que realmente pueden solucionarlos.

Y es que el principal problema de los partidos políticos en España reside en la identificación del talento político. Y es que el encargado de identificarlo probablemente deseará rodearse de ineptos aunque eficientes pelotas, antes que identificar y potenciar el talento político. Y no me refiero a los políticos de primera línea que, en general, y salvando las deshonrosas excepciones, y sobre todo en el PP, tienen unos expedientes vitales muy consierables. Pero, ¿qué ocurre con las segundas y terceras filas? Ahí encontramos los problemas. Generalmente gente muy sumisa, fiel, y condenadamente inútil. De esta forma, los líderes se aseguran su permanencia. ¿Quién podría hacerles sombra?

Mucho se habla de democracia, mucho demócrata reclama primarias y modificaciones de estatutos, los mismos que a su vez no cambian los estatutos regionales o locales para a su vez fomentar el debate en su ámbito. Pero cuando se ha tocado pelo, nadie quiere dejar el calor de la lumbre del poder y pasar al frío mundo real.

María San Gil. deja la presidencia del PP vascongado. Sin duda con honor, pero a mi modesto entender de forma francamente mejorable. José Ortega Lara deja la militancia: cada uno tendrá sus razones, pero hasta el día de hoy no se puede decir que haya sido porque el PP no defienda a las víctimas del terrorismo, habida cuenta que Ortega Lara era militante años antes de ser secuestrado, y precisamente por ser del PP. Él más que nadie, debería seguir defendiendo los valores que le hicieron ser secuestrado.

Mucho oportunismo político, y poco o nulo talento para gestionar situaciones de crisis. De todo se aprende, pero en la vida, no todo puede hacerse por el método "prueba y error". Los errores de este calibre tardan muchos, demasiados años en remendarse, y España, no lo olvidemos, necesita más que nunca al Partido Popular. Es España, no el PP lo que importa. El PP surge por necesidad de España, y no por necesidad de unos políticos más preocupados por la marca de su coche oficial y por un abono en el Bernabeu que por los problemas de los españoles.

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