viernes, 18 de noviembre de 2011

Cuando hablar de España se hace doloroso

España es y será siempre lo que los españoles quieran que sea, un país, una nación, muchas naciones, muchos estados, un solo Estado. Por muchas administraciones que en ella convivan y se solapen, no es más que lo que sus ciudadanos sean y quieran ser. Y esto que parece obvio, en absoluto es baladí.

España, inicia una nueva etapa marcada por el desastre económico, la falta de confianza, ausencia de la inversión y el consumo, altas tasas de paro con una más creciente inflación (¿nos encaminamos hacia un periodo de stagflacion?, y lo que es peor, los españoles han dejado de tener sueños, los jóvenes prefieren no hacer proyectos y parece que nos abocamos a un duro proceso de autocrítica similar a lo ocurrido en el 98... En 1898.

El Gobierno que salga de las urnas tiene un duro trabajo y debe adoptar aún más duras decisiones, sobre todo en los ámbitos políticos y económicos. El nuevo Presidente deberá hacer todo el trabajo de "venta" de la marca España (visto que la Corona no está pasando por sus mejores momentos de popularidad). Y es importante que fuera de España nos perciban como un mercado de oportunidades, que debe hacer una serie de reformas de hondo calado: ley electoral, reforma del mercado de trabajo, ley de libertad sindical, reforma de las pensiones y de la Seguridad Social, ley de huelga, ley de enjuiciamiento, entre otras. Debemos hacer atractiva España "a los de fuera", pero eso no será posible si no lo hacemos atractivo "para los de dentro", y para ello, es importante reforzar el sentimiento nacional, la idea de una nación que lucha unida por salir adelante, y por ello, se hace idispensable la recuperación de los símbolos nacionales que nos representan a todos: una mayor presencia de España en la vida de los españoles es crítico para que los españoles se sientan partícipes de una misión que va más allá de su propio interés, y esa misión es España.

Pero, duele hacerse la siguiente presunta ¿serán capaces los nuevos dirigentes de abanderar esta misión? Todos sabemos que hay decisiones urgentes que se deben tomar, pero ello no es óbice para que no se tomen las decisiones importantes, y éstas lo son. No se trata de hacer apología filonacionalista, sino de hacer entender a todos (incluidas algunas administraciones regionales)de que en este barco todos reman, y además lo hacen en la misma dirección.

El cambio que se aventura no puede ser un simple cambio de personas, debe incluir un gran cambio de proyectos, de valores, de iniciativas, en definitiva, un cambio general y profundo. Ya hemos conocido lo que el socialismo revolucionario ha hecho por España y por los españoles: menos idea de España (dentro y fuera), menos expectativas, más desigualdad (curiosa nueva clase de ricos en España: los banqueros defenestrados) y un futuro más negro. Que estamos ahora peor que hace ocho años no creo que nadie sea capaz de ponerlo en duda, pero ¿serán capaces lo snuevos dirigentes de aventurarse por los derroteros liberales en lo económico y democristiano en lo social? Eso queda por ver