martes, 6 de mayo de 2008

La crisis económica y la capacidad de previsión del gobierno

Según el "Informe sobre Posición Cíclica de la Economía Española 2008" que el Ministerio de Economía y Hacienda ha hecho público, España "no tirará" hasta 2011. Lo que impresiona de este informe, de carácter estratégico, no es ya tanto si el output gap ( diferencial entre lo que se puede producir y lo que realmente se produce) es negativo o no, es decir, si se aprovechan todas las potencialidades productivas españolas, sino que el Vicepresidente Económico sea capaz de adelantar previsiones a tres años vista, habida cuenta su capacidad para predecir algunas cifras macroeconómicas cada vez que presenta en el Congreso sus Presupuestos Generales. Datos sobre PIB, inflación, paro, precio del petróleo, etc son permanentemente machacados por la realidad, y siempre se maneja el Ministro Vicepresidente en el escenario más óptimo, que dirían los expertos, el más fantástico que diría yo.
Si curiosa resulta la nula capacidad de comunicar a la opinión pública una predicción correcta ( y no será porque no cuenta con expertos), más curioso resulta que nadie le pida explicaciones por tales desaguisados, desde la oposición hasta las patronales, pasando por las asociaciones empresariales o los sindicatos.
Y es que el asunto es serio, tanto como que estamos hablando de " las cosas del comer". La confianza del consumidor está en mínimos de los últimos quince años, lo que afecta directamente a la propensión marginal al consumo: es decir, se acabaron las compras compulsivas o el consumismo irracional (fundamentalmente en hostelería, ropa, calzado, viajes), lo que sin duda controlará los precios de bienes no indispensables. Que el euribor esté en máximos en ese mismo periodo nos indica que, fundamentalmente las familias no pueden hacer frente a grandes gastos (vivienda, coches, viajes, educación) y que la inflación no esté controlada, no por el consumo interno que poco a poco se adecuará a la situación, sino por el precio de las materias primas y el petróleo, provoca que, en este caso, las empresas ajusten sus planes de inversión.
Todo lo anterior, al final se traduce en ajuste entre oferta y demanda, lo que en términos humanos quiere decir ajuste de la mano de obra, vamos, que aumentará el paro. Y con el paro, las demandas de recursos públicos a través de prestaciones de desempleo, lo que no es infinito.
Esta situación no es nueva, se han conocido otras anteriores, y vendrán situaciones similares. Las causas serán idénticas o no, pero las consecuencias de los ajustes del mercado sí son las mismas, y es en casos como éste cunado en mayor medida se justifica la intervención del Estado, no por vía de la asunción de costes o el incremento de la presión fiscal sobre el que trabaja para ayudar al que no trabaja, sino para favorecer las condiciones de mejora en las que empresas y familias no pueden intervenir por sí solas: educación, I+D, regulación, etc.
El modelo circular de la renta nos viene a decir que el dinero ni se crea ni se destruye, sino que pasa de manos. Si la vivienda subió como lo hizo, no fue solo por el aumento del precio del suelo para que los Ayuntamientos pudieran financiarse, sino porque, además, se dieron tres circunstancias que coadyuvaron a que la vivienda fuera la más cara de la historia, y a la vez la más asequible: tipos de interés históricamente bajos ( del 15% al 2%), periodos de amortización duplicados (de quince a treinta años) y la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, que supuso incrementar la renta neta disponible de las familias biparentales. Con estas tres circusntancias, la capacidad de endeudamiento de las familias se triplicó. Ello hizo que el mercado inmobiliario activara toda la economía productiva española. Casi todos ganaban: las familias biparentales tenían mejores viviendas, las parejas jóvenes podían comprar casa, los bancos se hinchaban a conceder hipotecas y gestionar el negocio familiar, a través de pólizas de seguros, gestión de activos financieros, etc. El dinero corría de mano en mano, pero nadie se ocupó de dos elementos: las familias monoparentales , que no disponían de esa segunda fuente de ingresos, cada vez más numerosas gracias entre otros a las políticas antifamiliares del PSOE, y la productividad del sector: se construía, pero cada vez con peor calidad y más márgenes comerciales, ya que estos se repercutían a los compradores a treinta años.
A esta situación añadimos el paso de la peseta al euro, que tuvo especial repercusión en la conciencia ciudadana y ello benefició a los sectores de la hostelería, calzado o ropa, hasta que la gente aprendió lo que era un euro, que no eran cien pesetas.
En menor medida afecta por ahora el precio del petróleo, debido a que está parcialmente contrarrestado por el tipo de cambio favorable del euro frente el dólar, pero esto es coyuntural, ya que más pronto que tarde la UE necesitará favorecer la exportación. No son soportables los desequilibrios existentes en las Balanzas por Cuenta Correinte de los países miembros, especialmente España.
Siguiendo con la economía doméstica, hoy ya no es posible incrementar los ingresos familiares (salvo que los progenitores decidan incorporar a los hijos al sostenimiento familiar), lo que seguramente repercutirá en el número de divorcios, ya no es posible mantener los tipos de interés en los niveles anteriores, no parece que el precio del petróleo baje de los cien dólares nunca más, no creo que las hipotecas, de forma masiva se amorticen en más años (aunque ya hay hipotecas a más de ciencuenta años) y no se espera una nueva conversión monetaria, por lo que ya están todas las cartas boca arriba.
Pero tranquilos, esta situación no es permanente, aunque se trata se dejar el menor número de víctimas posible. Para ello, España de una vez por todas necesita apostar por la competitividad. Se ha dicho muchas veces, pero no se hace nada. España no dispone de recursos energéticos suficientes, pero tiene otros activos muy importantes: sus empresas son fuertes, sus dirigentes preparados, somos capaces de abrir nuevos mercados y son muchas las experiencias de éxito, tenemos un clima y una oferta turística de primer orden, recursos naturales agrícolas, forestales y pesqueros importantes, y tenemos un tejido industrial suficiente aunque necesitado de reconversión urgente. Invirtamos en competitividad, a través de la I+D, a través de la formación de empresarios y trabajadores. Ajustemos el sistema educativo a la realidad que nos rodea, con una Formación Profesional de calidad y una Universidad más cercana a la realidad empresarial. El Estado no debe fomentar la cultura del subsidio, sino la cultura de la búsqueda activa del trabajo, reduciendo los periodos de percepción y debe incrementar la persecución del fraude fiscal. Los trabajadores a su vez deben estar mejor remunerados: no fomentamos la competencia entre trabajadores, entre otras cosas porque ningún trabajador europeo quiere trabajar en un país con este nivel de ingresos, y solo importamos mano d obra barata y de baja calidad. Es necesario aumentar, pues el nivel salarial, aunque esto parezca ir en contra de la inflación, lo cierto es que provocará mayor capacidad de consumo, lo que quiere decir mayor capacidad de intercambio, de comercio. Es necesario rebajar la carga fiscal sobre empresas y familias, que sean ellas las que reactiven la economía. El Estado debe velar por hacer más competitivas las empresas y ello supone no intervenir en el mercado, sobretodo en el inmobiliario, e invertir en fuentes de energía alternativas al petróleo (por diferentes razones, nuclear, solar y eólica), debe reducir los costes de comunicación móviles y de internet y debe propiciar seguridad jurídica al consumidor y a las empresas.
En fin, Sr Vicepresidente: todavía estoy estupefacto de cómo en apenas dos meses hemos pasado de negar una situación clara de crisis a hacer previsiones a tres años vista, aunque éstas nunca se cumplan.

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