sábado, 19 de julio de 2008

Pedir perdón por la Historia: vaya delirio

La retirada de símbolos franquistas, Francia pidiendo perdón a Maria Antonieta por su decapitación, España pidiendo perdón por su colonización americana, pero ¿ qué significa este permanente revisionismo histórico?

No consigo salir de mi asombro. Pretendemos volver a escribir la Historia, borrando lo que no nos gusta, como si nunca hubiera pasado, ensalzando lo que nos gusta, reinterpretando los hechos al antojo del narrador.

La Ley de Memoria Histórica, ese proyecto del PSOE de la legislatura anterior, además de para desviar la atención de la opinión pública sobre la negociación del Gobierno con ETA, sirvió para aprovechar la coyuntura y reescribir algunas de las páginas de nuestra Historia.

La Historia no es más que conocer hechos ocurridos en el pasado. Dependemos de las llamadas fuentes históricas para poder conocer qué ocurrió en un determinado lugar en un momento en el que no estamos presentes.

La Historia pretende analizar esas fuentes y dar una versión de porqué ocurrieron las cosas que ocurrieron. Esa versión será tanto más acertada cuanto más imparcial sea el analista, y hoy abunda en España de todo menos imparcialidad.

Cabe destacar que hay más acuerdo en hechos pasados hace miles de años, cuando no existían fuentes escritas, que lo acurrido en España hace setenta años en que todavía existen personas vivas, no digamos ya libros, periódicos, panfletos o cualquier fuente que ya quisieran los historiadores para el análisis de otras épocas.

Lo peor de todo no es ya el revisionismo histórico que cada uno hace según su interés, sino que hacen sentir a todo un pueblo orgullo o vergüenza, según el caso, por hechos de los que nada tenemos que ver.

Ejemplos de lo que digo, en uno y otro sentido son, la revolución del 2 de mayo de 1808, la Guerra Civil, la Segunda República o el descubrimiento de América o la Reconquista.

España debe pedir perdón por lo que hizo Hernán Cortés en América a los americanos, Francia le pide perdón ahora a Maria Antonieta por haberle cortado el cuello, debemos sentirnos orgullosos por lo que hicieron los madrileños hace doscientos años. Sinceramente, no lo entiendo.

Lo que sí es fruto del acervo histórico de una nación hoy es su Historia, toda su Historia, la que quisiéramos olvidar y la que no dejamos de recordar. Y este acervo, propicia un sentido de identidad que hace que las personas queden unidas por algo superior a lazos personales o familiares. Nos hace sentirnos parte de una comunidad, de una nación.

Por ello, es inútil el esfuerzo que los separatistas catalanes, vascos, baleares, gallegos hasta andaluces están llevando a cabo, porque el sentimiento de peternencia, de identidad, no se impone y desde luego menos todavía desde los poderes del Estado.

¿Por qué sino todos hemos vibrado con las victorias deportivas de España? Son los jugadores los que cobran dinero por esas victorias, pero el resto de españoles hemos estado más felices incluso que ellos mismos.

El mismo sentimiento nos invade cuando algún artista o intérprete español triunfa, ya sea Plácido Domingo o Ferrán Adriá. Desde luego son ellos los millonarios, pero el resto nos sentimos importantes, y lo somos porque somos españoles como ellos y no otra cosa.

Cuando se hace este revisionismo histórico, cabe preguntarse la razón de esa ardua tarea, y no es más que influir en el sentido de comunidad nacional, en el sentimiento de identidad, y en eso, el PSOE tiene mucho interés, porque su ideología casa muy mal con el nacionalismo, y aprovecha que el PP considera una memez dedicarse a luchar contra ello.

No es la Historia lo que hay que salvar, es España, es el sentimiento de sentirse español y ello supone defender lo que somos con nuestras cosas buenas y malas, somos el compendio de lo que ha venido ocurriendo en España desde hace ya muchos siglos y renegar de ello es como hacerlo de un padre, y eso es inútil.

En España han ocurrido muchas cosas, sí, pero cada uno en su momento es responsable de sus actos: Isabel de Castilla lo será de los suyos, Malasaña de los suyos, Franco de los suyos, y para nuestra desgracia, Zapatero de los suyos. Pedir perdón por lo que hicieron nuestros antepasados es como pedir perdón por haber nacido españoles. Y por ello, yo, nunca pediré perdón.

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