martes, 22 de abril de 2008

Liberalismo social: un artilugio mediático

La Portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso, Soraya Sáenz, ha explicado recientemente que, "...se siente cómoda con el liberalismo social". El presidente del PP, Mariano Rajoy ha afirmado que en su partido "...no quiero doctrinarios".
En mi opinión se trata de una estrategia clara de avanzar por la senda de conseguir apoyo ciudadano por la vía del acercamiento del lenguaje llano a la sociedad, de forma que se define al PP como una mezcla entre liberalismo y socialdemocracia, lo que vulgarmente llamaríamos el centro del espectro político, algo indefinido que me permite en cada momento ajustarme al discurso que necesito.
“Social-liberalismo” se titula un ensayo que Ludwig von Mises publicó en 1926, denunciando ya por aquel entonces la mezcolanza incoherente de principios liberales y antiliberales.
El liberalismo se basa, entre otros principios, en que el fruto del esfuerzo personal debe ser gestionado por aquel que lo ha ganado. Que una parte de ese "fruto del trabajo", se gestione por parte del Estado es justo y necesario, y que esta gestión intente paliar las desigualdades sociales que impiden a las personas tener las mismas oportunidades de desarrollo, es una obligación, pero pretender que todos tengamos los mismos derechos con distintas obligaciones y amparándose en " lo social" no se fomente el esfuerzo personal se conseguirá lo que el socialismo de este siglo pretende, pasar a un estadio posmodernista en el que el hombre se difumina en un grupo heterogéneo donde todos caben y de la misma manera, donde el resultado no es importante y lo importante es hacer una sociedad hedonista más preocupada por el disfrute personal.
Sin embargo, Soraya de forma pruedente no ha explicado qué entiende ella por liberalismo social, porque esto suena a algo así como socialismo popular, y es que llevamos tanto tiempo caminando hacia el centro que dentro de poco habremos perdido de vista a los socialistas para encontrarnos con los pocos leninistas y troskos que queden.
Y en el caso del Presidente he de reconocer que desconozco el sentido de la exclusión de "su partido" de "los doctrinarios". Si por doctrinarios entiende los que seguían la doctrina de los filósofos eclécticos y de los publicistas franceses de principios del siglo XIX, que hacían radicar en la inteligencia humana el principio de la soberanía, tenemos un problema,, aunque en mi opinión se trata de que el partido actúe de forma independiente a cualquier doctrina, y eso no es un problema, es simplemente un suicidio.
Que en el PP quepan personas de distintas corrientes no es lo mismo que pretender del PP un partido sin doctrina. Esto, además de aberrante e injusto es antidemocrático y totalitario. Yo decido en cada momento qué es doctrina y qué no lo es, y vosotros militantes, simpatizantes tenéis la obligación de asentir, y los ciudadanos de esta manera nos darán su confianza para gobernar.
Y yo me pregunto ¿confiarías tú, Presidente, en alguien que no tenga doctrina definida? Porque principios tenemos todos y decir que se cree en España es como creer en el sistema métrico decimal. Eso no es un principio, es una obviedad. Creer en la España de las Autonomías es tan obvio como necio. Diga ud, claramente dónde está el límite de gobernabilidad de las autonomías, qué competencias debería recuperar la Administración Central del Estado y por qué, por qué un artículo de un Estatuto es ilegal en una Comunidad y en otra no lo es, si está de acuerdo en que existan diecisiete sistemas de salud distintos, diecisiete sistemas educativos distintos, diecisiete sistemas fiscales distintos y diecisiete sistemas de protección social diferentes. Si lo necesita, tengo más temas de debate.

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