lunes, 31 de agosto de 2009

Nuevo curso político, viejos problemas y viejas recetas

Hoy comienza un nuevo curso político y la situación económica marca la agenda política de los diferentes partidos. El Gobierno ha decidido acometer una subida de impuestos sobre el capital para financiar, mejor dicho para subvencionar el paro.

Y es que solo existen dos salidas a la situación a la que nos ha llevado este Ejecutivo: o se recortan los gastos o se aumentan los ingresos del Estado. Es evidente que lo fácil es lo segundo y lo valiente y adecuado lo primero. El problema es que no es electoralmente rentable, y ya se sabe que este Presidente solo se mueve en términos electorales.

Mientras la clase media, ahora nuevos ricos por ganar más de ciencuenta mil euros brutos al año, pueda financiar sin rechistar las necesidades de la bolsa de votos del Gobierno, éste seguirá derrotando por el camino fácil.

Sin embargo, los grupos de presión amigos del Gobierno, como sindicatos, televisiones públicas o grupos afines como el cine, siguen con sus subvenciones escandalosas que lejos de reducirse o directamente eliminarse, se han incrementado. Ni que decir tiene que no pasa por la cabeza de ningún Ministro reducir su nivel de gasto, más al contrario, se trata de gastar más a costa de hipotecar un futuro cada vez más incierto.

La medida en sí es demoledora, porque penaliza el ahorro, y con esos fondos los bancos tienen que financiar la inversión privada. De esta forma, ni se aumenta el consumo ni la inversión, lo que alargará el ajuste a través del paro. Esa espiral es insostenible, y el resultado no puede ser otro que el cambio de Gobierno. Esto ya pasó en 1996, de ahí que diga que ante viejos problemas, viejas soluciones.

El mercado internacional ya ha situado las tasas de interés en los niveles adecuados para fomentar el consumo y la inversión, pero ante medidas expansivas de la UE, este Gobierno aplica medidas contractivas a través de la subida de impuestos y el aumento del gasto público, ya en el 10% del PIB y solo superado por la Administración Obama con el 11%, disminuyendo la renta neta disponible de las familias, que son las encargadas del consumo, y reduciendo los fondos con los que los bancos deben financiar la inversión de las empresas. Es decir, viejas situaciones, viejas recetas y resultado conocido.