viernes, 23 de septiembre de 2011

¿SUPONEN LAS POLÍTICAS IDENTITARIAS UNA AMENAZA PARA LA PROTECCIÓN DE DERECHOS INDIVIDUALES? PRIMER ACERCAMIENTO

“A la hora de abordar el espinoso tema, los derechos colectivos, la gran mayoría de teóricos liberales denotan un asombroso acuerdo en términos de ignorancia e, incluso, animadversión”. Para comenzar con la discusión teórica de la posición del federalismo asimétrico o de los Estados multiculturales, he elegido esta cita de Juan Jesús Mora como muestra de qué les ocurre a los que no comparten un punto de vista o, más concretamente, su punto de vista acerca de este visceral asunto: o se es ignorante o no te mueves por principios del método científico, sino con las vísceras.

He echado en falta, en la producción literaria de este profesor sevillano, la explicación de qué es un colectivo, cómo se accede a él, cómo se deja de pertenecer, quién reconoce al colectivo, qué características ha de cumplir un colectivo para ser considerado como tal por los poderes públicos, por qué esas características y no otras, qué derechos se han de reconocer, por qué esos y no otros, qué ordenamiento jurídico lo debe recoger, qué sistema representativo está bajo este ordenamiento jurídico, y por tanto, quiénes son los representados.

Me surgen muchas preguntas que no obtienen respuesta, ni en el prólogo ni a lo largo de la obra en la que se realiza la cita. Y, efectivamente, en mi caso, es de aplicación la ignorancia, pero desde luego, no la animadversión. Sin embargo, también he estudiado y me cabe el honor de conocer personalmente a alguno de los teóricos referenciados, como es mi admirado profesor De Blas y, desde luego, ellos ni son ni parecen ignorantes, ni se han olvidado de establecer sus tesis sin la escrupulosidad que el método científico obliga, por tanto, y a priori, aprecio cierto estado de incitación a la gresca intelectual. Quien la provoca, desde luego no tiene el prestigio que tiene quien es prologado, Will Kymlicka, posiblemente el teórico de los derechos colectivos de las minorías más renombrado actualmente.

Kymlicka se define, precisamente como liberal, aunque Mora lo considere una voz discordante entre los liberales, y mantiene que no tiene por qué existir una contradicción entre los derechos individuales y los derechos colectivos, porque todos caben en el marco protector del liberalismo. Quisiera guardarme esta afirmación para el final de mi exposición teórica, pues es la base de este análisis y objeto de mi refutación.
El mismo autor, esta vez acompañado de Banting, dos años más tarde, desea establecer la relación entre los derechos de grupo y los derechos individuales, en lo concerniente a la naturaleza de la ciudadanía y de la comunidad política y a la relación entre el liberalismo, el nacionalismo y el pluralismo cultural.

Comienza por catalogar de errónea una postura tradicional del Estado de neutralidad frente a la etnoculturalidad, porque la capacidad de permanecer como tales depende de las políticas gubernamentales que incluyan cuestiones como los derechos lingüísticos, la política migratoria, el diseño de los confines subestatales y la fijación de las fiestas oficiales. Acusa al nacionalismo estatalista de realizar esfuerzos deliberados de construcción nacional que incluyeron la consolidación y difusión de una cultura común basada en una lengua común usada en las instituciones sociales, y el conocimiento de una Historia compartida.
Denomina “minorías nacionales” a los grupos no inmigrantes concentrados, cuyo territorio histórico ha sido incorporado a un Estado más amplio y, por tanto, dichos Estados no son Estados- nación, sino Estados multinacionales.

La religión, o mejor dicho, su expresión, es parte de la cultura de los pueblos. En España, la inmensa mayoría de las fiestas nacionales y locales, como expresión de la cultura más popular, hacen referencia a algún hecho religioso o se instaura por devoción a un motivo religioso. De forma que el Estado no puede ser neutral ante las expresiones procesionales de Semana Santa, las romerías religiosas u otras, y además de ser elementos aglutinadores de la identidad, es una buena fuente de ingresos para España la visita de sus monumentos religiosos: catedrales o iglesias, como manifestación del arte de un pueblo que posee, disfruta y conserva una determinada cultura, expresada en muchas formas artísticas: pintura, arquitectura, cine, música, y hasta cocina si del caso se tratara. Así que esta separación más hecha con escalpelo que de forma natural, no me parece tan obvia como le parece a Kymlicka.

Así que creo poder demostrar que la expresión religiosa compartida por un mismo pueblo (existen por toda España, cofradías de la Virgen del Rocío), es un elemento aglutinador de un sentimiento de pertenencia a una nación y que preexiste a la misma existencia del Estado nacional, y por tanto, muy anteriores a las pretensiones neofederalistas o a las directamente secesionistas. Por tanto, y en el caso español, el Estado no es neutral en materia religiosa ni lo puede ser, pues se conforma como garante del ejercicio de libertad religiosa. Es la religión católica la mayoritaria, no la única desde luego, en España desde los reinados visigóticos, declarada oficial en diferentes periodos de la Historia de España, por lo que la religión se convierte en un elemento integrador de toda la nación española (posiblemente con las excepciones de Ceuta y Melilla), y por tanto no se utiliza como cleavage tradicional en España y los mismos autores que demandan reconocimiento etnoterritorial niegan a la expresión religiosa el carácter distintivo de un colectivo.

Por tanto, cabe concluir que la religión es un elemento distintivo de la identidad grupal, pues su ejercicio es, en el caso católico, de celebración colectiva. Es importante, en este punto, que los sacerdotes, presbíteros, obispos y el resto de la jerarquía eclesiástica, ya no celebran sus actos en latín, pero sí lo hacen en español de forma mayoritaria en todas las regiones, incluidas las nacionalistas, precisamente para asegurar que todos entienden el mensaje.

El otro elemento que tanto Kymlicka, como Requejo o Fossas reclaman para la identificación de un determinado colectivo que denominan nacional, es la lengua. Éste es el argumento que considero más estéril de todos, no porque la lengua no sea un elemento identificador de un pueblo, que lo es y es el principal, sino que no son las lenguas regionales ni las más utilizadas habitualmente ni son consideradas como lengua materna, vehicular o de uso común por la mayoría de las poblaciones en las que existe el reconocimiento de una lengua cooficial: Cataluña, Vasconia, Baleares, Galicia, parcialmente en Navarra y Comunidad Valenciana
En concreto, Requejo considera la política lingüística un elemento esencial en el proceso de “nation building” y que éstas no se llevan a cabo con el fin de promover una homogeneización cultural, sino para consolidar la identidad nacional, y establece como ejemplo de coexistencia de lenguas a Cataluña y Escocia, cita como divisiones culturales los casos de Vasconia y Gales, y sitúa en un estadio intermedio a Quebec . El concepto abstracto de identidad nacional aparece de consuno, para estos autores, como la justificación de las políticas identitarias, no solo lingüísticas.

Observo que en Cataluña, Vasconia , Galicia, Comunidad Valenciana, Baleares y Navarra, todas ellas tiene reconocida la cooficialidad de las lenguas, lo que ocurre es que la lengua más utilizada, la lengua vehicular, es el español que, siguiendo las consideraciones de Jon Juaristi me permito denominar idioma español, por ser en toda España donde se habla, y en algunas de ellas seguramente la segunda lengua más hablada y cada vez con más diferencia, y por razones obvias más pragmáticas que románticas, es el inglés. Por tanto, es por la vía de la imposición por parte de los Gobiernos regionalistas nacionalistas excluyentes desde donde se exige el uso de la lengua cooficial aún a costa de prohibir, directamente de prohibir, el uso del español, en una pretendida y necesitada discriminación positiva a favor de la lengua propia, como principal impulsora y protectora de la cultura minoritaria.

Por tanto, no parece que la lengua propia no sea más que un activo cultural objeto de especial promoción y protección, pero no es una reivindicación ni necesaria ni obligatoria pues la mayoría de la población, aunque la conoce ni mucho menos la usa, por lo que se podría llegar a la conclusión de que esta reivindicación se está construyendo, donde no la había, a partir de la imposición institucional y gubernativa, y por tanto de limitación de derechos otorgados y consolidados constitucionalmente.

lunes, 19 de septiembre de 2011

ESPAÑA ¿ Pluralismo lingüístico, religioso y económico?

El Reino de España ocupa la mayor parte de la península Ibérica, incluye las Islas Baleares, las Islas Canarias, y las ciudades de Ceuta y Melilla al norte de África. Su población actual es de aproximadamente 47.150.819 habitantes de derecho (CIS, 2010), de los que el 85% (casi cuarenta y un millones) son nacidos en España. De ellos, aproximadamente el 25% tienen una lengua materna diferente del español. Cataluña, Vasconia, Galicia, Baleares y la Comunidad Valenciana poseen una lengua cooficial a la lengua española . Navarra es un caso distinguido y único, pues dispone de lengua cooficial sólo en parte de su territorio, lo que ya pasa por el localismo más trepidante. En términos globales, la población catalana habla en cada uno de los dos idiomas en una proporción de 35.5% en catalán y 46% en español . En el caso de Vasconia, la relación es de un 17% para el uso principal del euskera y un 76% para el uso principal del español . En el caso de Galicia la relación es de 60% para el gallego y 40% para el español . En Baleares, el uso es de un 30% para el catalán y un 50% para el español . Y, por último, en el caso de la Comunidad Valenciana, los usos lingüísticos se dividen en 35% para el valenciano y un 65% para el español . De forma genérica podemos tomar como punto de acercamiento global que el 25% de los españoles hablan habitualmente en la lengua cooficial y el 75% lo hace en español . También es significativo que, según los datos consultados, el 95,5% de la población de estas CCAA conoce el español y el 70% conoce su lengua cooficial, lo que contrasta con los deseos de su uso. (Datos procedentes de las diferentes Agencias de Estadística de las Comunidades Autónomas) Con respecto a la religión, la mayoría de españoles se declaran pertenecer a la tradición católica el 73,4%, a otras religiones el 1,7%, y no creyentes o ateos el 22,6% . A excepción de las ciudades de Ceuta y Melilla en las que los musulmanes representan el 30% de la población, la religión católica se desarrolla mayoritaria y uniformemente en todas las CCAA. La Constitución consagra la libertad de credo y el Estado ha firmado acuerdos de cooperación con católicos, musulmanes, judíos y protestantes, si bien explicita acuerdos con la Santa Sede, debido al hecho de que la gran mayoría de la población española dice sentirse católica. En términos económicos, las diferencias entre CCAA no son grandes, por lo que la economía no representa un cleavage diferenciador de la población española. La Renta Per Cápita varía desde los 16.579 euros en Extremadura a los 30.662 de Vasconia. La media española se sitúa en los 22.946 euros . Ello supone que los casos más alejados suponen una relación 2:1. (Datos INE) Desde el punto de vista jurídico institucional, España se encuentra bajo el amparo de la Constitución sancionada y ratificada en 1978. Se estructura bajo un estado unitario con altas dosis de descentralización política que afecta a todo su conjunto, y que guarda reminiscencias del modelo regional italiano. El modelo político español no debe ser confundido con un sistema federal, aunque muchos son los autores que lo declaran como cuasi federal, pero lo cierto es que el pluralismo político se acepta tácitamente, pues hasta la CE no declara un modelo explícito de distribución territorial. Por ello, resulta necesario exponer los argumentos que unos y otros declaran a favor de la consideración de estado unitario compuesto o de estado federal. Estos son los datos, sin embargo las élites nacionalistas abogan por lo que autodenominan "inmersión lingüística", y que bien podríamos llamar simple y llanamente "obligación lingüística". De forma y manera que los españoles que desean expresarse en el idioma de todos se ven perseguidos y maltratados desde las instituciones, y con evidentes problemas para que sus hijos puedan estudiar en el idioma que sus padres desean. Es una clara conculcación del artículo 3 de nuestra Constitución, pero no parece que eso importe a nadie, y menos ahora que nos encontramos en periodo preelectoral, cuando ya el candidato del PSOE, que sabe que Barcelona dio la última victoria a este partido, incluso defiende el modelo lingüístico de los nacionalistas, lo que da idea de lo timorato que este partido puede llegar a ser en su defensa de España y de los españoles, y lo mezquino que se presenta con tal de llegar al poder. Son malos tiempos para España, y no solo en lo económico. Mayor Oreja ya lo advertía hace años: nos encontramos ante una profunda crisis, pero de valores.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

ESPAÑA, NACIÓN HISTÓRICA

España es el país sobre el que más se ha discutido sobre su propio ser histórico, muchas veces desde el extremismo y con no mucha lucidez, y casi siempre desde el pesimismo. Esta autocrítica severa se ha agudizado en el último siglo como consecuencia de la proliferación de los nacionalismos excluyentes, lo que ha llevado consigo, como consecuencia principal, la resistencia a la adaptación de las estructuras del Estado a los nuevos tiempos.

Para el profesor Luis González, el revisionismo histórico realizado desde estas regiones ha traído como consecuencia que “… cada doctrina nacionalista y cada historiografía nacionalista ha aportado su propio espejo deformante, fabricado a base de sus particulares emociones.” Para el autor la historia de cada pueblo de occidente tiene sus propias particularidades y que, España no es más original que otros pueblos, pues ni sus rasgos esenciales ni los de sus regiones pueden entenderse fuera de la luz de la Historia general del Occidente europeo. El pecado que las visiones nacionalistas cometen es el de caer en la tentación narcisista de situar el universo de su estudio en unas coordenadas espacio-temporales hechas a la medida.

El desarrollo de España, como nación histórica, pasa por tres hitos secuenciales históricos: el primero es el de la consolidación en la España medieval de reinos separados con estructuras políticas diferentes, aunque no opuestas, pues se desarrollan insertas en las coordenadas que marca la época.

El segundo hito debemos situarlo en los siglos XVI y XVII debido al conservadurismo practicado por los Austrias que provoca la anormal permanencia de modelos heredados del Medievo, lo que provocó que en las puertas del XVIII los modos políticos, jurídicos y sociales fueran más arcaicos en unas regiones que en otras, lo que ha dado pábulo a doctrinas mitificadoras y equívocas sobre los motivos de tales diferencias, con lo peligroso que el resulta para la Historia los mitos políticos.

El tercer hito lo constituye el retraso en la entrada del espíritu liberal en el XIX, que retrasó la construcción del Estado contemporáneo y vertebrar la “nación española”, al ejemplo de Francia, también de raíces milenarias y cuya existencia nadie pone en duda. El liberalismo español, cicatero y amedrentado, permitió la persistencia de arcaísmos propios del Antiguo Régimen, con la disculpa de encontrar la pacificación entre absolutistas y liberales, lo que no fue exclusivo de España, pero que en el resto de países se resolvía con nuevas oleadas revolucionarias (1830- 1848), mientras que en España se resolvía a través de concesiones al pasado. Ello sigue pesando en la actualidad.

Esta indeseable cohabitación de modelos facilitó el desarrollo de la mitología romántica nacionalista acerca de las Españas, que engendraron y alimentaron a los regionalismos conservadores, con una muy peculiar visión de su historia local, o de cada reino medieval, si se prefiere.
El problema en sí de la deformación de la imagen colectiva de España no viene de los problemas históricos pasados por España sino en la interpretación que los nacionalismos hacen de esos problemas. Como afirma García de Cortázar, los nacionalismos imponen un designio colectivo que entra en conflicto con el derecho de la persona a elegir su propio proyecto de vida, de ahí que el nacionalismo vasco, en el caso estudiado por Cortázar, se configure como un memorial de agravios contra España .

En 1996, el político nacionalista Durán i Lleida afirmaba que “ni por lengua, ni por cultura, ni por historia podemos hablar de España como una nación”, mientras exigía aceptar la plurinacionalidad del Estado para adaptarlo a la realidad del siglo XXI. Se recuperaba la vieja idea barroca de la “nación de naciones”: Cataluña es una nación, pero España no. España es “una cosa” formidable y muy importante . Para el Presidente Ardanza, “aquí no se pueden resolver las cosas hasta que no se supere la idea de nación española”. Son ejemplos de la negación histórica, de la exclusión manifiesta, pues Cataluña es nación, pero no lo es Canarias, ni lo es Asturias: los son Galicia, Vasconia y Cataluña.