martes, 24 de enero de 2012

La clase política y sus excesos a cuenta de La Semana Santa vallisoletana

Parece que en las últimas fechas, ha habido cierto revuelo porque el Arzobispo Blázquez ha pedido que se reflexione acerca de la idoneidad de que una mujer casada por lo civil, es decir, desde un punto de vista católico, una amancebada, sea pregonera en las próximas fiestas de Semana Santa de Valladolid.
La razón parece obvia: una mujer que presume (digo lo de presumir porque de ello se ha jactado públicamente en campaña electoral) de no seguir el dictado de la doctrina católica, y por mucho que el Alcalde de Valladolid haya pretendido apuntarse un tanto oportunista, debiera haber declinado participar en un acto de marcado carácter religioso. Sin embargo, aceptó. El Arzobispo, en el papel que se le exige por su condición, hace una reflexión en contra de esta decisión y, aquí viene lo sorprendente, el ateo Jáuregui le exige a la Vicepresidente, que le pida explicaciones por estas declaraciones.

Resulta más que evidente que la Semana Santa, la fiesta más importantes de los cristianos, ya no es solo una fiesta religiosa, también es un reclamo turístico y un periodo de fiesta retribuida en el calendario laboral, y es posible pensar que, puesto que el pregón se trata de un acto civil y religioso (no estamos hablando de los pregones de carnavales, por ejemplo), parece adecuado que se tenga en cuenta la opinión de la Iglesia, aunque   se puede opinar que el Alcalde no tiene porqué hacerlo, pero lo que resulta esperpéntico es que este asunto se lleve a sede parlamentaria por parte de un irresponsable PSOE.

Aquí parece que todo aquél ajeno a la Iglesia tiene más voz y voto que los propios integrantes de la misma, aquí se politiza toda la vida social, religiosa, marital e individual, y si un Arzobispo que tiene la máxima autoridad en la provincia en lo que a asuntos eclesiásticos se refiere opina, opina, no decreta, no exige, no manda, éste debe ser recriminado pero, por contra, cualquier advenedizo se envuelve de una autoridad inexistente para exigir rectificaciones, nada menos que en el Congreso. Cualquiera diría que en el Congreso no están para las cosas para las que se les ha votado, que no es en ningún caso, exigir responsabilidad a un Arzobispo por opinar sobre un asunto religioso.  Y mi pregunta es, ¿hasta cuándo vamos a soportar que cualquier aspecto de nuestra vida deba pasar el tamiz de lo político? Creo que, mi obligación como católico es pedir a estos representantes que se ciñan a su actividad política, que dejen la religión o falta de ella, el deporte, las relaciones personales, el ocio, los medios de comunicación, el arte, a la sociedad civil, a las personas, con los límites que exigen la Ley, las costumbres y el derecho de los demás, y que permitan que un religioso opine de religión sin necesidad de que un ciernecebollas exija rectificaciones de una opinión. Sabemos, porque ha quedado demostrado ( a diferencia de cuestiones de fe) la ineptitud de estos políticos que, incapaces de hacer bien su trabajo se meten en arenas que no les corresponden. Lo próximo será que la Chacón exija rectificaciones a Gasol por hablar en castellano, o que la Pajín exija rectificaciones a Santiago Segura por no hacer películas de la Guerra Civil. Todo se andará...