lunes, 22 de junio de 2009

Jóvenes ni-ni

Así califican los sociólogos a la nueva generación que comienza: jóvenes que ni estudian ni trabajan. Mi profesor de sociología, José Félix Tezanos, ha publicado recientemente un libro titulado Juventud y exclusión social, y en él declara "Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros". Mantiene que esta generación corre el severo riesgo de vivir con peor nivel de vida que sus padres y augura "Podemos asistir al primer proceso masivo de descenso social desde los tiempos de la Revolución francesa."

El profesor analiza realidades y augura supuestos futuros, pero a mi entender (y lo hago con pudor por el respeto debido al maestro), las causas no las quiere encontrar en el papel que la sociedad española inducida fundamentalmente por el socialismo ha provocado en la juventud.

Desde posicionamientos liberales se apuesta por el esfuerzo individual, la igualdad de oportunidades y el reforzamiento de la familia. Estos no son presupuestos vacíos de contenido. Más al contrario, la familia no solo debe ser el garante de la manutención y el ocio y el Estado el encargado de la educación, como opina el profesor Bericat. Ése ha sido precisamente el problema, que se le ha hurtado a los padres su rol de educadores, de trasmisores de unos valores que, por su riqueza y variedad no suponen homogeneización intelectual, y que sí enriquece y favorece la mejora personal. El papel del Estado debe ser otro, debe garantizar la efectiva igualdad de oportunidades, fomentar el trabajo y el esfuerzo en la formación académica, el respeto por las estructuras jerárquicas, lo que no implica conformismo ni que las jerarquías supongan trabas a la iniciativa personal o a la libertad de acción, pero el joven debe entender que su estado natural es el de ignorancia, y que debe trabajar para salir de ese estado que produce indefensión y debilidad económica e intelectual, y se hace con el mismo esfuerzo con el que los leones aprenden a cazar o los pájaros aprenden a volar, y eso es la ley natural, eso es ecologismo social, y no cerrar centrales nucleares.

Cierto es que tenemos un problema endémico en la sociedad española actual y es su bajísimo nivel educativo, sobre todo en las enseñanzas primarias y medias, y más cierto aún que nuestra competitividad profesional es acorde con nuestro nivel educativo, pero la propia sociedad, por pura supervivencia, y a pesar de esta mentalidad pueril y simplista de vivir y dejar vivir, haz el amor y no la guerra y sandeces similares, las personas lucharán por vivir cada día mejor, y sin sentirse culpables de los logros conseguidos.

Ése es el rol de la persona: conseguir maximizar su felicidad, el del Estado: asegurar que todos están en la misma disposición de conseguirlo, pero al final unos harán lo debido para conseguirlo y otros no harán nada o harán poco: éstos últimos si lo han decidido libremente, que asuman sus decisiones, me preocupan sobremanera los que queriendo llegar no lo consiguen por falta de medios: ahí debe actuar la Administración.

Los jóvenes ni-ni, no son más que la consecuencia de posicionamientos posmodernistas, la relajación intelectual y el acomodamiento propio de los disfrutes ajenos: jóvenes que disfrutan de los rendimientos de sus padres. Esto provoca indolencia y falta de estímulo para la mejora individual, único camino para la mejora social.

El reforzamiento de la familia supone el espacio vital necesario donde el "ignorante" encuentra un círculo de confort adecuado para vivir a pesar de su ignorancia, recibe educación y formación y recibe el valor de la solidaridad y el respeto mutuos. Se trata de reforzar lo que el propio profesor Tezanos calificaba como los "grupos primarios" de relación, ésos que la izquierda pseudoprogre trata de difuminar y debilitar y cuyos resultados estamos empezando a constatar. Por ello reclamo el papel de la familia, su reforzamiento y su libertad para el libre desempeño de su principal rol: el cuidado, la ayuda, la manutención y educación del ignorante. Y para ello el Estado debe asegurar políticas efectivas de reforzamiento del lazo familiar (sirva como ejemplo que en España los principales prestamistas del España son los familiares, y no las Cajas y Bancos, así que, por su propio interés bien le valdría a un joven llevarse mejor con sus padres), como facilitar la unión de padres e hijos con contratos laborales de reducción de jornada ( y no dedicar recursos a aumentar las jornadas de los escolares en los centros educativos).

En cuanto al papel de la religión, se ha de entender que ésta estimula el valor de la honestidad y la generosidad. Así es en prácticamente todas las religiones vividas realmente. Así Europa y Estado Unidos favorecieron el desarrollo industrial y tecnológico que hoy disfrutamos y sobre la religión se asentaron las bases de la democracia y el reconocimiento de los derechos individuales. Éstos no fueron invento del socialismo y no reconocerlo no hace que no fuera así, y no favorecer el libre desarrollo religioso de las personas supone poner trabas al estímulo de la mejora personal. Esta sociedad anticlerical no es más feliz, yo diría que es profundamente infeliz porque no ha conseguido nada: mucha sociedad red, que diría el profesor Castells, mucha red social, pero ningún logro y sí mucha expectativas no cumplidas. Y éste es el comienzo, y siento pavor por lo que ocurrirá en los próximos cincuenta años si no se produce un cambio.

viernes, 19 de junio de 2009

Iglesia, Vicente Ferrer, Conferencia Episcopal

Vicente Ferrer ha muerto. Ha muerto un hombre bueno, pero sobretodo ha muerto un hombre generoso, pero sin embargo rico. Cuanto más daba, más rico era. Cuanto menos necesitaba, más rico era. Cuanto menos tenía, más rico era. Es de ese tipo de personas que, por encima de todo, fue buena y fue rica, y fue pobre y fue feliz, y fue generosa pero era quien más tenía. Él era Iglesia, y como él muchas personas en el mundo, y eso es precisamente la Iglesia, un conjunto de personas, con sus virtudes y sus defectos, con sus aciertos y errores, con una fe compartida, pero hoy todos los que pertenecemos a ella estamos orgullosos de que gente como Vicente Ferrer pertenecieran a ella y hoy queremos sacar pecho y decirle al mundo entero de que yo soy Vicente, yo soy Iglesia.

Hoy todos los medios son unánimes al destacar su figura y muerte, pero ya hay quien se apresura a establecer categorías aceptables de Iglesia: Vicente Ferrer sí, Conferencia Episcopal no; Teresa de Calcuta sí, Papa no. Algunos quisieran que la Iglesia Católica fuera algo acomodable a la forma de pensar de cada uno y, lo que resulta más curioso a la forma de hacer de cada uno, y eso no es posible. La Iglesia la conformamos un grupo de personas que libremente aceptamos pertecer a ella en base a unas creencias y a una fe compartida, y libremente decidimos hacer o dejar de hacer aquello que nuestra conciencia nos permite y nadie, absolutamente nadie, ni la Conferencia Episcopal, ni el Papa, ni la izquierda, ni la derecha, ni el filósofo ni el político (éste menos porque es el más egoísta y el que menos sabe), me impondrán nunca la fe. La fe es propia de cada uno: todos tenemos fe, unos prefieren tenerla en personas u organizaciones, otros preferimos tenerla en Dios y somo más ricos que los demás porque tenemos un certeza: Dios existe, mientras que el que no cree no puede asegurar que Dios no existe y eso duele, martiriza y para ello nada mejor que acallar la conciencia, exaltar los errores de la Iglesia y negar sus aciertos, y es que ese dolor no se pasa y cada vez es más profundo porque cada día les queda un día menos, mientras que a nosotros cada día nos queda un día más.

La Conferencia Episcopal y el resto de organización estructural de la Iglesia no son el enemigo, el enemigo está dentro de cada uno y se llama conciencia y de la misma forma que cada vez que Vicente Ferrer daba más, más rico era, cuanto más niego la existencia de Dios, más fuerte llama a las conciencias. Se puede revestir de derecho el aborto, pero todos saben que se trata de no dejar vivir, se puede revestir de dignidad la muerte dolorosa, pero todos sabemos que es miedo, se puede revestir de ciencia la clonación, pero todos sabemos que se trata de desconocimiento. Necesitamos revestir y autoconvencernos de que lo que nos resulta cómodo es lo que nos conviene, pero eso es indolencia, y da igual lo que digamos, de nuestra conciencia no nos podemos desprender.

Vicente, Allá donde estés, no descanses. Sigue con nosotros. La Iglesia, todos nosotros y los demás te necesitamos. No descanses y sigue en Paz.

martes, 16 de junio de 2009

Las élites políticas en la democracia española

España se define como una Monarquía Parlamentaria, por la que la soberanía nacional se ejerce en las Cortes por representantes elegidos por los ciudadanos, que son los poseedores de dicha soberanía. Esta declaración teórica, influida por las tesis rousseaunianas, de sufragio universal, y de ensalzamiento del ideal democrático, tiene en la práctica una implementación que casa muy poco con esos ideales.

Me centraré en los derechos pasivos, es decir en la posibilidad de ser elegido, y dejaré para otro momento los activos, el derecho a elegir. Como sabemos, nuestro calendario electoral consta de cinco comicios (Ayuntamientos, Asambleas de CCAA, Congreso, Senado y Parlamento europeo), y cada elección es diferente, pero el sistema de selección de los candidatos es similar: son las élites de los partidos los que deciden, no se sabe muy bien por qué, quiénes son los candidatos a cada comicio.

Existe un debate suscitado en la sociedad acerca de si las listas de candidatos deben ser abiertas o cerradas, lo que también dejaré para más adelante, pero en todas las listas se cumple el mismo patrón: los líderes del partido se autoproclaman candidatos a cada tipo de elecciones.

Como bien apuntan, entre otros, Manin o Held, el sistema representativo ha ido evolucionando desde el parlamentarismo, caracterizado por la selección de notables por parte de un cuerpo electoral muy restringido, hacia una sistema de democracia de partidos, como consecuencia del aumento del sufragio, a una democracia de audiencia, por la que los partidos se convierten en meros gestores de los recursos de los líderes políticos que son los que acaparan el interés de los ciudadanos a través de los medios de comunicación masivos. Este sistema está generalizado en todas las democracias modernas, el problema es que en España, este sistema ha derivado hacia la oligocracia: solo unos pocos tienen posibilidades reales de ejercer sus derechos políticos pasivos.

El asunto no es baladí. Si hacemos una comparación con lo que ocurre en el mercado de trabajo, las empresas tienen desarrolladas técnicas muy eficaces en la detección del talento, y sus esfuerzos se encaminan, sobre todo, al mantenimiento de ese talento en sus organizaciones. En los partidos políticos esto no ocurre. Nadie se encarga de detectar el talento y todos los que ya están dentro tienen muy pocas necesidades de buscarlo, porque ello supone una amenaza a sus propias posiciones de privilegio.

La representación práctica de la democracia se basa, según la CE, en los partidos políticos y los sindicatos, a los que se exigen procedimientos democráticos en el seno de sus decisiones, y ello se traduce en unos simulacros de elecciones en los diferentes Congresos de selección de las élites de los partidos y sindicatos, que se convierten en líderes totalitrios que toman todas las decisiones del partido, nombran la mayortía de los cargos del mismo, fijan la estrategia del partido y hasta deciden en un momento dado si deteminados principios ideológicos deben ser puestos en práctica o no, en función de sus intereses personales.

Este sistema es aplicable a todos los sindicatos y partidos políticos, y la causa es tan sencilla y antigua como el Mundo: el que ya está no se quiere ir. El ansia de poder y notoriedad social hace que entre ellos se refuercen para seguir ocupando sus respectivos sillones, lo revisten de un esperpento de elecciones y se presentan ante la sociedad como líderes elegidos democráticamente por sus afiliados.

La consecuencia es la esperada: los líderes políticos ni son las personas que tienen unas características diferenciales que les hacen acreedores de esa denominación de líder, ni despiertan el más mínimo interés y respeto por parte de la sociedad a la que pretenden representar y ésta contesta a través de una creciente desafección hacia la clase política, ampliamente repudiada, pero todo eso da igual: ellos ya están donde querían.

Y desde luego existen soluciones. Las más sencillas pasan por eliminar las barreras de entrada para que los afiliados puedan presentar sus proyectos políticos en el seno de sus agrupaciones locales, regionales y nacionales, como ocurre ahora con los famosos avales, o la designación de los candidatos principales por parte de todos los afiliados a través de un sistema básico de primarias, o el establecimiento de estructuras permanantes de selección de líderes, al estilo de un departamento de RRHH dentro de los partidos políticos, pero para éstas u otras soluciones es necesario voluntad y generosidad y esto no abunda, más bien escasea entre los lídeeres políticos, más preocupados por su imagen personal que por el servicio al que se supone se deben.

lunes, 8 de junio de 2009

La abstención en Europa

Casi todos los periodistas, comentariastas, analistas y políticos consideran que la causa fundamental de que los ciudadanos se abstengan masivamente en las elecciones europeas se debe estructuralmente a lo alejado que resulta el Parlamento Europeo a los ciudadanos y, siendo esta sentencia correcta, creo que no se analizan los datos de participación correctamente porque las explicaciones se hacen siguiendo los mismos parámetros que se utilizan para el resto de comicios..

El sistema de elección al Parlamento Europeo presenta una serie de disfunciones propias que impiden una comparación con otros comicios, de forma que la participación en las elecciones europeas solo se pueden comparar con ellas mismas debido a que los partidos políticos que se presentan en cada circunscripción (estados miembros) no tienen representación automática en el Parlamento, aunque sí sus representantes. Esto es, los diputados elegidos por los partidos que entran en liza (PP,PSOE, etc) no existen en el Parlamento Europeo (PPE, Socialistas Europeos, etc), de forma que la principal carencia de estas elecciones frente a cualquier otra es la falta de un programa político sobre el que discutir propuestas.

No es que en cada país se tomen estas elecciones como mociones a los gobiernos de cada estado, es que no puede ser de otra manera pues los partidos que entran en campaña en cada estado no poseen un programa propio, ni los partidos representados en el Parlamento Europeo presentan iniciativas comunes en todos los estados miembros porque la naturaleza de actuación en ese Parlamento se realiza fundamentalmente de forma nacional, lo que llevó en la pasada legislatura a que el 70% de las propuestas legislativas fueran votada de igual forma por populares y socialistas españoles.

Es decir, no hay un programa de los populares europeos ni los socialistas europeos ni los liberales, ni nada parecido, pero es que tampoco lo puede haber porque no existe un programa político de Europa, sino políticas nacionales discutidas supranacionalmente.

Por ello, las elecciones europeas son mociones de censura a los dirigentes de cada estado, lo que provoca que las campañas y precampañas electorales se conviertan en un ataque/defensa de la gestión del Gobierno. Estas campañas, por su naturaleza, que no aportan ninguna medida concreta, son proclives a destapar los más bajos institntos políticos y, sincreamente, los europeos no están para estas bajezas.

Por ello no se puede culpar de baja implicación a la ciudadanía y la participación electoral solo cabe interpretarla localmente y en términos de afianzamiento o reprobación de los Gobiernos actuales, y esto será así mientras los que se presenten a las elecciones sean coaliciones de partidos que no presentan un programam político, aunque éste sea básico, unas camapañas coordinadas transnacionalmente y un debate sobre asuntos europeos. Habida cuenta de la importancia de lo que se decide en Europa, los ciudadanos lo necesitamos y los ciudadanos, por la vía de la abstención, lo exigimos.

Esta disfunción del sistema debe ser tratada urgentemente. No es posible una campaña local sobre una representación global. No se pueden elegir propuestas porque no existen y no existen porque no hay propuestas globales que contar a los ciudadanos y sin propuestas y campañas coordinadas los ciudadanos no pueden elegir, por lo que el resultado natural ante la falta de opciones es la abstención, consecuencia racional de estos comicios y la causa principal de que los ciudadanos que hayan votado lo hayan hecho únicamente para dar su apoyo o retirar su confianza a sus respectivos Gobiernos.

lunes, 1 de junio de 2009

El control gubernativo de la inmigración

Cuando los Gobiernos no saben cómo atajar un problema, legislan, y si la ley que promulgan no sirve, la cambian, y lo hacen tantas veces como sea necesario argumentando cada vez una mejora irresistible para la sociedad que requería de dicha legislación. En el caso de la inmigración ha sucedido algo parecido.

La mejora de la calidad de vida sucedida durante los gobiernos de Aznar provocó que los países desarrollados del mundo vieran en España un lugar de oportunidades. España dejaba de ser un país de los llamados "en vías de desarrollo" y se transformó en un país desarrollado, que requería de mucha mano de obra intensiva, y sobretodo con unos salarios comparativamente muy superiores a lo que podían cobrar en sus países de origen.

Entonces, llegó Zapatero, con la inercia que los gobiernos anteriores dejaron y empezó a hacer demagogia a golpe de ley y el clamoroso fracaso de cada ley solo se veía superado por el fracaso de la norma siguiente. También ocurrió con la etapa final de Aznar.

Se pasó del "papeles para todos" a triplicar las medidas contra la inmigración ilegal, de la irresponsable llamada del Ministro de Exteriores por África al " ya no podemos acoger a más", del "vamos a necesitar doscientos cincuenta mil inmigrantes al año" al final de la etapa expansiva de nuestra economía. En cada una de estas situaciones solo se demostró el carácter totalitario de quien todo lo quiere legislar. Zapatero quería también tener el control de los movimientos migratorios. Curiosamente mientras entraba mano de obra ilegal, barata, sin cualificar, exportábamos científicos e investigadores sin oportunidades en España.

Al final, este Gobierno ha conseguido lo que quería: ha controlado la inmigración a base de debilitar la economía. Ahora España ya no es un país de oportunidades, ya no es el paraíso perdido de la progresía. Ha vuelto a ser el mercado el auténtico regulador de los flujos migratorios, como siempre ha pasado en la Humanidad, desde que el hombre nomadeaba en busca de mejores oportunidades y residía allí donde las encontraba.

Ya no llegan cayucos, ni falsos turistas, ni pateras, hasta las mafias creen que España ya no es negocio. Y esto no deja de ser un termómetro de la economía española. Gracias a Zapatero, la inmigración ilegal ha sido controlada.

Sin embargo, resulta conmovedor cómo los políticos de todos los pelajes se han apresurado a incorporar en diferentes puestos de responsabilidad a personas de diferente nacionalidad porque ello hacía guiños a posibles bolsas de votantes. Era algo así como... Ponga un inmigrante en su vida. Pero los movimientos migratorios no se pueden ni se deben regular. No puede haber ni cuotas ni impedimentos a la entrada. Lo que sí debe existir es control y legalidad de situaciones laborales, familiares o fiscales, porque lo que de verdad regula el control migratorio es el mercado a través de sus mecanismos: la competencia, la productividad y la demanda. No se requiere para ello la función reguladora del Gobierno, sino la de control y la de asegurar la igualdad de oportunidades, y asegurar la situación legal de los inmigrantes, y fomentar la competitividad de nuestros trabajadores.

Son muchas las tareas que corresponden a las administraciones, pero no son ni fáciles ni sus resultados se perciben a corto plazo, por tanto no son políticamente recomendables. Es siempre preferible acaparar minutos de telediario anunciando cada mes una nueva medida peor que la anterior.