lunes, 22 de septiembre de 2008

Reclamo mi derecho a pensar

Durante este fin de semana he asistido como compromisario al congreso regional del PP de Madrid. He participado en la ponencia política a través de diferentes enmiendas con relativa fortuna, pues la gran mayoría de ellas fueron aceptadas.

En palabras de la Presidenta, salimos de allí con las pilas cargadas en lo ideológico. Yo no diría tanto, porque en escasas 36 horas, poco se puede debatir, y sí mucho que escuchar.

Lo cierto es que las diferentes ponencias han sido, en general, de mucha calidad. A mi entender, la denominada Servicios Públicos de calidad es la que más se acerca, en lo ideológico, a lo que entendemos los liberales que debe ser el papel que deben cumplir los servicios públicos. Recomiendo vivamente su lectura, siempre que los responsables del PP de Madrid tengan a bien publicarlas en la web del partido (http://www.ppmadrid.es/).

Sin embargo, resulta curioso que, de los muchos discursos que se hicieron, el que más ha llamado la atención a los medios de comunicación ha sido el realizado por Pablo Casado, presidente de NNGG de Madrid. Su alegato liberal, con evidentes tintes populistas (la ocasión lo requería), consiguió levantar al auditorio como solo lo había conseguido poco antes Rodrigo Rato.

Parece que el PP, al menos en Madrid, tiene claro cuál es el papel del liberalismo en la sociedad actual. Ideológicamente, los liberales no debemos temer el debate en ningún tema propuesto por la izquierda, no porque, como aseguraba Casado, nuestra ideología sea mejor, lo cual es empíricamente, demostrable sincrónicamente y diacrónicamente, sino porque es hora ya que la opinión pública pueda atreverse a confrontar diferentes modelos sociales.

Si tuviéramos que resumir la principal diferencia entre ambos modelos, el modelo de izquierdas hace del Estado el principal protagonista de la sociedad española. Se da la impresión de un Estado paternalista y dadivoso, donde la sanidad y la educación son gratuitas, donde el Estado estará presente en las principales decisiones de las personas y donde el "interés general" queda por encima de los intereses particulares. Eso sí, ellos definen qué es el interés general.

Para el liberal, el interés general existe (a diferencia de lo que se establecía en el liberalismo clásico), pero no viene definido desde el Estado, sino desde la propia sociedad en el pleno uso de su libertad de pensamiento. El papel del Estado se subordina a la acción de la sociedad, y éste es el facilitador (seguridad, justicia, legislación mínima) para garantizar la igualdad de oportunidades, de personas, a través de la educación y de las empresas través de la libre competencia, el sometimiento de todos al imperio de la Ley y el respeto de los derechos de cada uno con los solos límites de la Ley y los derechos de los demás.

Sin embargo, hoy por hoy, el discurso de la izquierda prevalece al de la derecha ( o centro como ahora gusta llamarse), de forma que el PP en muchos casos utiliza términos que son manipulados desde la izquierda y que el PP todavía no termina por desterrar, como falso adagio.

Me refiero a la "gratuidad" de los servicios que presta el Estado. En la citada ponencia de Servicios públicos de calidad se dice claramente que no existen servicios públicos gratuitos. Existen servicios públicos soportados por todos los contribuyentes (ni siquiera por todos los españoles). Sin embargo, la propia Presidenta no duda en decir " a troche y moche" que mientra ella sea Presidenta de la CAM, la Sanidad será universal, gratuita y de calidad.

Otro ejemplo, lo podemos leer en la propia Constitución, que afirma que la educación básica será obligatoria y gratuita.

Yo he de confesar que mi concepto de gratis es otro. Gratis es lo que no cuesta nada, no lo que se paga entre todos ( o casi todos), y lo cierto es que para parte de la sociedad, la educación y la sanidad son gratis, pues nada aportan a la caja única, pero para la mayoría, estos servicios no son gratuitos, más al contrario, suponen más de la mitad del rendimiento de nuestro trabajo.

Así, entre IRPF, IVA, trasmisiones patrimoniales, impuestos especiales, tasas e impuestos municipales y autonómicos, más de la mitad de los salarios se destinan a pagar esos servicios gratis. Insisto que mi concepto de gratis de otro. Debo estar equivocado.

Por ello, el PP reclama bajar la presión fiscal a personas y empresas, no influir en su libertad de pensamiento , agilizar la acción de la administración de justicia para dar seguridad física y jurídica, favorecer el desarrollo personal y profesional de las personas y la libre actividad de las empresas, proteger a los desfavorecidos asegurando unos niveles de protección que permitan el pleno desarrollo y proteger una identidad nacional que promueva la necesaria solidaridad entre personas de los diferentes territorios.

No ocurre lo mismo con la izquierda, para la que el Estado es el instrumento que permite adoctrinar a la sociedad en base a sus principios. Un ejemplo de ello lo podemos observar en el debate del aborto o de la eutanasia, en la que el derecho a la vida de la persona no nacida, se subordina a un supuesto derecho dado a la mujer de que pueda decidir libremente sobre su cuerpo. En vez de poner los medios para que las personas desesperadas sean capaces de encontrar vías de sosiego, se les dice que tienen derecho, nada menos que a morir dignamente. Imbuidos de un falso espíritu de valores constitucionales, la izquierda pretende definir modelos sociales, familiares y religiosos correctos e incorrectos a través de la asignatura de EpC.

Confunden laicidad del Estado con el derecho a las personas a ser o no laicas, confunden derecho a vivir con el derecho a matar o ser muerto, confunden servicios pagados entre todos con servicios gratuitos, confunden igualdad con discriminación positiva, confunden igualdad de oportunidades con igualdad de resultado, confunden esfuerzo con conformismo, confunden mérito con elitismo. Son la plena plasmación de la inducción a una determinada forma de pensamiento único.

Reclamo mi derecho a que la homosexualidad no sea objeto de parámetro distintivo ni a favor ni en contra, como ser mujer o inmigrante sin ser tildado de machista, intransigente a racista. Reclamo mi derecho a ser ecologista sin necesidad de anteponer la seguridad de las personas a la de los árboles. Reclamo mi derecho a no ser tildado de racista ni xenófobo por exigir que los inmigrantes se adapten a la sociedad de acogida, lo que conlleva respetar los usos y costumbres de España (fuente ésta del Derecho español). Reclamo mi derecho a no ser yankee porque no me gusten las películas de Almodóvar. Reclamo mi derecho a no ser retrógrado por tener creencias religiosas, aunque éstas sean católicas y sean contrarias al aborto y la eutanasia. Reclamo mi derecho a no ser autoritario por hacer de padre de mi hijo y no su amigo. Reclamo mi derecho a no ser clasista por llevar a mi hijo a un colegio privado (como hace Pepiño Blanco con los suyos). Reclamo mi derecho a educar a mi hijo y no a que lo eduque el Estado. Reclamo mi derecho a no ser excluyente por no querer llamar matrimonio a la unión de homosexuales. Reclamo mi derecho a ser y sentirme español en cualquier lugar de España y esperar que el Rey de España pueda visitar Vascongadas sin necesidad de ser invitado por el lehendakari. Reclamo mi derecho a utilizar el español como lengua común de todos los españoles (como muy acertadamente explicó Jon Juaristi en el pasado congreso del PP de Madrid), sin que se me etiquete como atacante a otras lenguas regionales.

Y es que, es tanta la perversión de la izquierda en la forma de ser y sentirse de los españoles que, casi sin darnos cuenta, terminamos por aceptar términos y conceptos inducidos como normales y socialmente aceptados de forma unánime y que creo que deben quedar en el exclusivo ámbito personal sin que por ello debamos pedir permanentemente perdón.

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