lunes, 1 de septiembre de 2008

Conciliar vida laboral y familiar o el secuestro de la infancia

Desde hace relativamente poco tiempo, se ha introducido en la opinión pública un término que, a mi modo de ver, no solo es inapropiado sino perverso: la conciliación familiar y laboral.

Este término hace referencia a las diferentes acciones que las Administraciones Públicas y algunas empresas, a través de sus direcciones y representantes de los trabajadores realizan con el fin de compatibilizar el horario laboral con las obligaciones que unos progenitores tienen con sus dependientes, hijos, mayores o enfermos de cualquier edad.

La primera reflexión que me hago es si una persona o pareja que no tenga lo que indecentemente se llaman "cargas familiares" no pueden o deben conciliar su vida laboral con la personal. Supongo que muchos solteros emancipados tendrán padres, hermanos, familiares, amigos, necesidades de relación fuera del ámbito laboral, tiempo para el ocio, etc, y sistemáticamente quedan fuera de las acciones públicas.

La segunda reflexión que hago es si se trata de dos vidas distintas, la laboral y la familiar, o de una sola vida vivida desequilibradamente, haciendo incompatibles distintos roles sociales que las personas ejercemos.

Estas dos reflexiones hacen que tilde de inapropiado el término conciliación de la vida laboral y familiar. La siguiente reflexión hace que lo califique como perverso.

Supuesto válido (que no comparto) el esquema básico sobre el que se asienta el concepto, es decir, familia con hijos menores a cargo, las Administraciones Públicas han realizado una serie de acciones para hacer compatible el desarrollo profesional de la persona con las cargas familiares. Es decir, a un lado de la balanza, el logro personal, la realización profesional, el éxito social. A otro lado hijos pequeños a los que educar y ciudar, tareas ingratas de nulo reconocimiento social, económico y, por desgracia personal.

Mi tercera reflexión es por qué la sociedad española asocia el éxito social a la mujer "trabajadora" frente a la fracasada social al "ama de casa", que no debe trabajar porque a la otra se la denomina trabajadora. Expresiones como "quedarte en casa con la pata quebrada" o "esclava del hogar" son términos utilizados inicialmente por movimientos feministas y últimamente aceptados por todos. No creo que existan términos más machistas que esos. La defensa de derechos profesionales para las mujeres no es óbice para atacar a la familia a través de los más indefensos. De esta forma el derecho al trabajo de la mujer, la sociedad lo ha transformado en una obligación hasta moral. Eso es una demostración de perversión.

Pero creo oportuno distinguir situaciones familiares distintas que requieren acciones distintas. En primer lugar, el nacimiento (adopción) de un nuevo miembro en la familia. En esta situación coadyuvan elementos clínicos (propios del parto, hormonales, etc), afectivos (un nuevo miembro en la familia, nuevos roles) y fisiologicos (el bebé no es capaz de realizar las mínimas funciones vitales sin ayuda). Los poderes públicos han establecido en dieciséis semanas (para partos unitarios) el periodo para solventar estas situaciones, amen de recibir 2500 euros (supongo que para celebrarlo o para la compra de los utensilios propios del bebe). A partir de ahí, que cada familia se las averigüe, pero siempre teniendo presente que ninguna mujer, después de ese periodo, estará bien vista profesionalmente o socialmente si decide no dejar en manos de los jóvenes, cercanos y saludables abuelos, en manos de desconocidos recién contratados o de guarderías a sus niños.

Otra situación distinta es la provocada por las enfermendades de algún miembro de la familia. Este trance es mucho peor si la enfermedad o el tratamiento es crónico. Directamente aquí los poderes públicos se lavan las manos y que cada palo aguante su vela. Disponemos de bajas médicas por enfermedades propias, pero si el enfermo es tu hijo, menor o tu padre viudo dependiente, la sociedad nos muestra su cara más egoísta: para eso están las enfremeras geriátricas o los centros adecuados. Aquí el vínculo afectivo no es importante. Si lo que tiene es la desgracia de tener un hijo minusválido, o enfermo, dése por jodido o jodida. Pasará usted a ser un condescendido social, y se tendrá que acostumbrar a las expresiones del tipo, "fíjate en el pobrecito, pobrecita, qué pena que tiene un hijo enfermo y no puede trabajar y tiene que estar todo el día cargando con el niño". A poca gente se le ocurre pensar "dentro de la desgracia, qué suerte tiene ese pade o madre de poder estar siempre junto a su hijo que sufre".

Todas estas situaciones y otras muchas, son habituales y escasamente solventadas por la Administración, y vienen causadas por la ineficiencia operativa de los trabajadores españoles. Somos los profesionales que más tiempo perdemos en nuestro trabajo, lo que nos lleva a horarios interminables incompatibles con cualquier otra actividad fuera de las vacaciones y el fin de semana.

Por otro lado, las coberturas por enfermedades o situaciones de indefensión en el ámbito familiar son nulas, lo que hace que los más pudientes se puedan permitir el lujo de cuidar a sus enfermos, y los menos pudientes tengan, a su pesar, que mirar a otro lado, engañar en el trabajo o directamente dejar de trabajar, lo que en algunos casos deja de ser una opción válida.

Esto tiene reflejo en el desapego familiar, la educación de los hijos, el incremento del egoísmo personal, el cambio en la escala de valores donde los profesionales y económicos están por encima de los familiares.

Los sufridores de este esquema social: lo más indefensos, niños, ancianos, enfermos. Niños de escasa edad en guarderías durante diez y doce horas diarias estén o no enfermos aunque su padre o madre puedan estar de baja semanas por un dolor de espalda. Enfermos que quedan al ciudado de extraños durante sus tratamientos médicos crónicos (oncológicos, neurológicos, hepáticos, etc). Mayores con necesidades de atención médica permanente, afectiva por lo que supone encontrarte al final de tu vida solo ante extraños, dejar en manos de extraños tareas íntimas sin que éste pueda siquiera rebelarse.

Y los poderes públicos, mientras tanto, gastando recursos para tener abierto más tiempo los colegios y guarderías o abrir centros de día (guarderías para abuelos). Ésa es toda su imaginación.

La próxima entrada estará dedicada a citar algunas medidas que, en dirección contraria a la que se está adoptando, reequlibrarían la única vida que tenemos.

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