jueves, 26 de junio de 2008

Nuevos derechos, viejos propósitos: morir dignamente

No hay nada más indigno e inmoral que apelar a morir dignamente. A la muerte se le puede calificar de muchas formas, pero que las personas sean o no dignas por morir y que sean otros los que se permitan la licencia de califcarlo atenta a la persona.


Andalucía es la primera comunidad de España que pretende legislar sobre el degradante derecho "a morir dignamente" a través de la Ley de Dignidad ante el proceso de Muerte, fijando los límites (esto es cualquier ley, un límite de acción u omisión) en los cuales una persona es digna o no cuando se acerca su momento.


Para ello, sin ambages, lo primero que proponen es modificar el significado de la palabra eutanasia del diccionario de la RAE: ahora son los políticos los que han de ordenar qué significan las palabras (en este momento sería demasiado cruel citar a la Ministra de Igual da).


A partir del nuevo significado del término eutanasia, es decir revestidos de legitimidad semántica, pretenden definir nuevos conceptos como los derechos de los enfermos. Los enfermos, áun en esa situación, siguen siendo personas, y tienen reconocidos todos los derechos de protección estén o no enfermos, por muy graves que éstos estén. Así, adornan la Ley con conceptos como derechos, dignidad, morir, para obtener legitimidad social.


Por último, y como no son ajenos a lo privado de este tipo de situaciones, han confiado a un sacerdote que sea uno de los redactores de la Ley, de forma que se revisten de legitimidad religiosa (hay que tener en cuenta que Andalucía vive más intensamente la devoción que la religión).


Pero, ¿qué se pretende con esta Ley? Sencillamente, ante la incapacidad del Gobierno andaluz de sacar a Andalucía de la situación endémica que padece, demostrada en las diferentes legislaturas donde el socialismo campa a sus anchas a través y gracias al clientelismo, y como no sabe cómo afrontar la situación creciente de desempleo y desánimo social, introduce en el debate público esta controversia, a la que reviste de supuesta modernidad.

Sin embargo, las premisas de partida son abominables. Tachar de indigna a la persona que sufre en el tramo final de la vida no es aceptable y engañar a la sociedad con debates artificiales para tapar las vergüenzas de un ejecutivo incompetente es rastrero.

Pero sí creo necesario pronunciarme sobre el asunto de fondo. No existe ningún problema ni ético ni moral (ético por la parte del médico y moral por la parte de la persona enferma) para no alargar innecesariamente una situación insalvable clínicamente, por tanto ése no es el debate.

Lo que se introduce son aquellas situaciones que, por crónicas y/o dolorosas, hacen que la persona no se vea aceptada socialmente frente a la situación que le está tocando vivir y no se resigne a vivir en determinadas situaciones. Tratamientos paliativos de dolor, asistencia psicológica al paciente y familiares y ayudas económicas y asistenciales son medidas que ayudan a la familia y al paciente. Ayudar a morir a quien así lo decida se llama asistencia al suicidio, por mucha legitimidad que se le pretenda dar a la situación, y mensajes de determinadas asociaciones que convencen a los pacientes y familiares a sentirse indignos por así vivir no dejan de ser inducciones al suicidio.

En estos casos es precisamente donde se demuestran las carencias de la ausencia de moral que presenta el socialismo. La caridad cristiana, la solidaridad, el amor al prójimo harían que estas personas se sintieran queridas, comprendidas, ayudadas y valoradas, y no rechazadas, deshauciadas y arrinconadas.

Y lo peor de todo es que la base moral sobre la que se asienta el principio de la muerte digna es falaz porque se basa en que la situación previa a la muerte digna es la vida indigna, con un ejemplo, una persona traplégica es indigna. Dando por bueno el argumento, ¿es indigna la persona con esclerosis, hemiplejia, cojera, ceguera, sordera, tartamudez, con cáncer, con sida?¿dónde se establecerían los límites de lo digno y lo indigno?¿quién los establecería y en base a qué criterio moral, clínico o científico?¿las personas son dignas o las hacemos dignas?

Un ejemplo sería el ya mencionado del sida. Hace años, socialmente y clínicamente los enfermos de sida eran rechazados y defenestrados. ¿Qué ocurre hoy? ¿Deberíamos haber ayudado a suicidarse a los enfermos de sida que hace años les hicieron sentirse indignos?¿Es eso digno?¿para ello están los ejecutivos? ¿cuándo el totalitarismo de izquierda dejará de inducir formas de pensamiento contrarios a la moral humana?

Señores del Gobierno andaluz, lo moderno y lo progre no es morir dignamente, sino vivir dignamente, y ustedes no demuestran ser merecedores del calificativo de dignos políticos ni por sus acciones ni por sus omisiones.

Afortunadamente Stephen Hawking nunca se sintió indigno. Afortunadamente Stephen Hawking nunca vivió en Andalucía.

Recomiendo de forma muy especial el siguiente video de Randy Paush, un eminente investigador del Carnegie Mellon University enfermo de cáncer terminal, dando su última lección magistral. Todo un canto a la vida y la esperanza, repleto de dignidad.

(http://www.youtube.com/watch?v=ji5_MqicxSo&feature=related)

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