miércoles, 25 de junio de 2008

El papel del Estado y las crisis económicas

Son muchos los indicadores que alertan de que nos encontramos en un periodo de crisis económica que durará varios años y, mientras unos piden al Gobierno que actúe para ponerle freno, otros directamente achacan el origen de la situación en el exterior y arguyen que es poco lo que se puede hacer.

Como casi siempre en la vida, todos tienen parte de razón y todos mienten. Así el Gobierno, puede incidir en la economía española aunque de forma limitada.

Cada vez es más difícil denominar con un gentilicio a una economía, de forma que hablar de economías nacionales se está convirtiendo en formas en desuso. Hace no muchas décadas, cuando una economía era más o menos abierta se ponía en relación con lo que se denominaba "permeabilidad con el entorno", y una empresa o un estado era más o menos abierto en función de su capacidad de relación con el resto de agentes económicos.

Hoy, el mal llamado Mundo Occidental (desde hace muchos siglos se sabe que la Tierra es redonda)está totalmente interrelacionado y se puede hablar en cierta medida de economías transnacionales (el término global en mi opinión es excesivo y erróneo), pero solo parcialmente.

Si bien es cierto que los mercados de bienes, servicios y flujos de capitales son transnacionales, el capital humano es eminentemente nacional en los estados más desarrollados, y por tanto no es del todo incorrecto afirmar que la Demanda Agregada es más transnacional que la Oferta Agregada, por lo que los Estados, si bien tienen más limitada su acción sobre la demanda, sí pueden actuar y mucho sobre la oferta.

El problema reside en que las políticas de oferta requieren más tiempo e inversión a medio y largo plazo que las políticas de demanda y cuando sobrevienen periodos de estancamiento, recesión o como gusta a los socialistas, de desaceleraciones bruscas, estas políticas no producen los efectos deseados a corto plazo, y además requieren fuertes esfuerzos presupuestarios.

Así, aumentar la productividad de los trabajadores españoles, flexibilizar el mercado laboral, aumentar la empleabilidad de los españoles a través de la formación y disminuir las prestaciones por desempleo para fomentar la búsqueda activa de empleo son acciones poco populares aunque necesarias.

Incidir sobre la demanda a través de obra pública, subvenciones directas discrecionales o sobre la política fiscal para incidir sobre la inflación a través del consumo son errores que ya habíamos padecido en periodos similares anteriores. En el 92-93, como ahora, el factor común en que tenemos el mismo partido en el Gobierno, con el mismo Ministro de Economía, de ahí que no sorprenda que las recetas sean las mismas.

Y es que las políticas de oferta se deben afrontar, precisamente en periodos expansivos. Ése es el frente del Estado en la economía actual: el capital humano, muy poco transnacionalizado en comparación con el capital, los bienes y servicios, y ese trabajo este Gobierno no lo ha hecho, y hoy estamos dejando de recoger lo que en su momento dejamos de sembrar.

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