jueves, 9 de octubre de 2008

Prueba y error: un método denostado pero siempre utilizado

Lo último que nos quedaba por ver es una acción conjunta de los principales bancos centrales de reducir los tipos de interés. Otra medida más que se adopta sin medir sus repercusiones.

Los precios del petróleo, la crisis financiera, la crisis inmobiliaria. Todas las causas son propias de cada escenario, y aunque éstos estén relacionados, no se pueden tratar con medidas globales sino propias de cada uno de ellos. Las mismas medidas adoptadas en EEUU, Francia o Alemania no tienen por qué ser acertadas en España, sensu contrario, lo que haga Zapatero, estoy seguro que no lo copiará nadie en su ámbito.

Primero la intervención estatal en los errores de iniciativas privadas, después la garantía de depósitos generalizada, ahora la bajada de tipos de interés concertada, y el parámetro de referencia para contrastar el alcance de la medida es la evolución de las bolsas en los mercados financieros. Pero ¿estamos todos locos?¿ Desde cuándo las bolsas son reflejo de una crisis monetaria?

Yo en esto soy muy torpe, pero voy a darle al sentido común. Si las bolsas caen es porque se venden acciones, lo que implica que hay gente que liquida activos financieros por dinero. ¿No era eso lo que necesitaba el sistema, dinero?

Seguiré con esto del sentido común que me está gustando. Si se bajan los tipos de interés oficiales, deberían disminuir en la misma medida los tipos de interés referenciados al tipo de interés general, como el euribor, ello supondrá disminución de las cuotas de los que pagamos una hipoteca, pero mientras eso llega (a cada uno en su revisión, semestral o anual) esas medidas no aportan liquidez inmediata al sistema, por lo que nadie pensará que esta medida producirá efecto a corto plazo, ¿o sí?

Existe un viejo brocardo que dice que los economistas son esas personas incapaces de predecir un desastre pero ser expertos en explicar por qué se han producido. En la antigua escuela, a eso le llamábamos método de la prueba y error, es decir, toma una medida, más o menos basada en la experiencia y la intuición, y comprueba el éxito o la bondad de ésta. Si produce los efectos oportunos, perfecto, medalla colgada, y si no, prueba otra medida, siempre se puede tomar otra hasta que se acierte y, medalla colgada.

No es muy científica y desde luego no es el método que quisiéramos que se aplicara en otros campos como la Medicina. la Arquitectura o la Ingeniería, pero en Economía y en política ( ésta en minúscula, no merece más) es universalmente utilizado y sin coste alguno, porque no existe posibilidad de echar marcha atrás y adoptar otra medida para constatar lo que se denomina el coste el oportunidad de la medida, es decir, qué dejamos de ganar por el hecho de haber adoptado otro camino diferente.

Y es que cuando los políticos (expertos donde los haya en economía) son los que toman decisiones asesorados por economistas de lujo (bastante alejados de la economía real), solo existe un método posible de decisión, el peor de todos, pero el único que conocen: prueba y error. La ciencia para los científicos. Qué sabran ellos de crisis económicas.

Pongamos el ejemplo de España. Se toman medidas macroeconómicas que se pretende que lleguen a los agentes económicos por excelencia (familias y empresas), y además de forma inmediata. Es una forma de actuar que dirían los anglosajones, "top- down".

A mí el sentido común (que también tiene traducción anglosajona, "common sense", luego lo conocen) me dice que lo primero sería identificar qué le ocurre a las familias y a las empresas y después tratar el problema, no actuar a ver si el problema desaparece con medidas sin diagnóstico certero.

Y lo que les ocurre es que las hipotecas les estan matando a unos, las familas, lo que hace disminuir el consumo, y ello repercute en las ventas de los otros, las empresas que, por su parte, son incapaces de bajar los precios porque operativamente no son competitivos, no hay margen más que para el despido.

La crisis inmobiliaria lo que ha destapado ha sido el desequilibrio profesional de España, su falta de competitividad, la cultura del pelotazo y el culto al dinero fácil. El esfuerzo, el trabajo bien hecho, la preparación y formación han sido permanentemente arrinconados.

No es necesaria cualificación ni titulación alguna para ser albañil, contratista, camarero o informático. Cualquiera que diga que sabe puede trabajar en un montón de actividades, lo que repercute en la compettividad de la actividad (por ejemplo, cualquiera puede ser político, ¿verdad Pepiño?). Eso es lo que ha ocurrido en España, que ha sido tanta la oferta de trabajo que cualquier pelanas ha ganado mucho dinero por trabajos sin calidad, y cuando los tipos de interés han subido, muchos se han ahorcado, porque tampoco existía cultura del ahorro. Se invertía en más ladrillo, una actividad de baja calidad.

Como las empresas no venden, no tienen necesidad de invertir y sí de desinvertir, por la vía de la reducción de empleo contratado como consecuencia de la disminución de actividad, lo que provoca que el Estado actúe subsidiariamente por la vía de los seguros de desempleo, por lo que se necesita más impuestos para pagar esas obligaciones, lo que se detrae otra vez de las familias y empresas. A eso le llaman los expertos "flujo circular de la renta". Vamos, que los que trabajan salen penalizados por trabajar.

Los problemas de inversión los tienen los que inician su emancipación familiar o los que inician su andadura empresarial, que hoy, por desgracia, son los menos. El resto está descansando en sus cuarteles de invierno, que son los más.

Por tanto las medidas deben ir encaminadas a curar la enfermedad y no los síntomas (viejo axioma médico).

Señores expertos, consejo de un inexperto: mejoren la competitividad de las empresas, reduzcan la presión fiscal a familias y empresas, insten a la bajada de tipos interbancarios, y hagan lo posible por favorecer el aumento del consumo, no de la inversión, que ya llegará como consecuencia del primero. Mejorando la competitividad y promoviendo la competencia los precios bajarán, lo que bajará el IPC, al aumentar el consumo se aumenta la actividad, lo que aumentará la oferta de trabajo, lo que disminuirá la necesidad de aumentar la presión fiscal, y el flujo circular de la renta girará en sentido contrario.

La inversión aumentará cuando lo haga el consumo, y éste cuando exista liquidez para gastar. Estamos en la sociedad del consumo desmesurado. La gente no gasta no porque no quiere, sino porque no tiene. Se lo están llevando los bancos (hipotecas) y los Estados (impuestos). Promuevan la cultura de la perfección y el trabajo de calidad, no castiguen ni penalicen la actividad, controlen y supervisen la actividad pero dejen que los agentes económicos actúen, y usteden dejen de jugar al juego de los barcos.

A3: agua; B5: tocado; B6: agua ("me cachis"). Este método no es serio.

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