lunes, 16 de marzo de 2009

Las incompatibilidades políticas

Mi sobrina es auxiliar de enfermería. Trabaja desde hace años en un hospital privado de Madrid, y desde hace unos meses se "pluriempleó" al comenzar a trabajar como personal laboral temporal en un hospital de la red pública madrileña. Estos días ha recibido una notificación de la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid, por la que le obligan a elegir entre sus dos trabajos.

Hasta donde sé, nuestro sistema laboral no prohíbe el pluriempleo, más aún cuando éste se realiza "además de", es decir, en el caso de mi sobrina, trabajando dieciséis horas diarias en turnos. Sin embargo, la clase política considera que existe incompatibilidad en el desempeño de los trabajos que viene realizando.

Por otro lado, los cargos electos, en España, están sujetos a un régimen de incompatibilidades bastante exigente sobre el papel, en la teoría jurídica, pero como los "garzones y michavilas" nos muestran, la práctica pseudopolítica y pseudolaboral hacen que esta norma, muy laxa en sus controles, sea papel mojado. Además, no se trata, como en el caso de mi sobrina de un "además de" sino de un "en vez de". Esto se manifiesta en los deplorables aspectos que presentan las cámaras legislativas desiertas la mayoría de las veces.

Mucho se critican unos políticos a otros acerca de la legitimidad de sus actos, pero qué lejos les quedan las preferencias e indiferencias de los ciudadanos.

El político profesional es el resultado de la necesaria especialización que se requiere para el sostenimiento del sistema político y social, pero el elitismo político ha provocado que esta profesionalización se convierta en un hervidero de intereses personales que son antepuestos a la tradicional labor desinteresada de lucha por el interés común que era el objetivo y la razón de ser la Política.

Es, por tanto, la dedicación exclusiva y limitada en el tiempo, el mecanismo fundamental de control de la avaricia personal de algunos políticos que "usan" su estatus político para su propio beneficio. Y esto no tienen color político alguno.

Si a la necesaria dedicación exclusiva, le añadimos la limitación de mandatos, la rotación en los cargos y la drástica limitación de cargos de designación política, estaremos en disposición de creer en la elección de nuestros dirigentes, en un más auténtico proceso democrtático y en un mayor acercamiento de la ciudadanía a la clase política, hoy tan alejada.

El problema es que , cuando se toca el pelo de la moqueta, cuando uno se sube el cómodo coche oficial, los aires de grandeza y superioridad anulan las ansias de benefacción, y por tanto, esto que desde fuera parece tan lógico, se torna insensato cuando es uno mismo quien debe tomar esa decisión. Ésa es la naturaleza humana, con sus honrosas excepciones, y es por ello que no es patrimonio de ningún partido político. De ahí que los ciudadanos se escandalicen cuando se muestran sesiones parlamentarias en las que se producen leyes con escasísima participación y debate, o la llamada "disciplina de voto" o el número indecente de coches oficiales que existen o el denigrante número de cargos no electos ni funcionarios que sin embargo cobran del erario público. Esto es lo que provoca desazón en la ciudadanía y lo que hace que muchos jóvenes, lejos de buscarse la vida por ellos mismos, lo hagan al abrigo de los partidos políticos y los sindicatos, para asegurarse una forma de vida: vivir de la política y no para la Política.

Cuántos politiquillos y politicastros consiguen del "cargo público" lo que por sus propios medios no hubieran conseguido fuera de la política.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquí se está jugando algo más que una reyerta entre miembros del mismo partido político. Las fuentes más imparciales y fiables confirman lo que el sentido común ya dejaba intuir: los seguimientos y dossiers detectados en el PP tienen una relación más directa que indirecta con la trama de corrupción destapada por el juez Garzón. Lo cual no quiere decir que el dúo “trigo limpio” formado por Francisco Correa y Alvaro Pérez esté implicado también en el espionaje. La relación entre ambos escándalos radica en lo que mueve los peores instintos del ser humano: la pasta. Los dossiers que han circulado como conclusiones de ciertos seguimientos profesionales (y no de esas persecuciones chapuceras a las que se agarran Aguirre y su consejero Granados) no se centran en líos de faldas ni en asuntos de sexo, por mucho que eso preocupe a algunos personajes que no se pierden una manifestación del Foro de la Familia. La esencia de esas investigaciones apunta a una guerra interna por el manejo de las adjudicaciones de dinero público. Alguien en la dirección del PP madrileño sufrió un ataque de ética política o bien estaba ya muy harto de que siempre fueran los mismos los que decidían los contratos millonarios.