martes, 16 de diciembre de 2008

Me muero de hambre: Feliz Navidad

Entramos en unas fechas muy propicias para llamar la atención de nuestras conciencias y hacernos sentir culpables de la suerte que tenemos y lo poco que hacemos por los demás.

Mientras el mundo llamado civilizado, se lleva las manos a la cabeza por el escándalo Madoff, mil millones de personas no pueden llevarse las manos a la boca porque no tienen qué comer.

Es difícil sustraerse a la demagogia, yo mismo la detesto, pero el hambre y la sed en el mundo son el más claro ejemplo de la injusticia que asola el planeta.

Con el dinero que cuesta celebrar una de esas cumbres inútiles de la ONU sobre el hambre en el mundo, muy probablemente comería mucha gente durante mucho tiempo. y ese dinero éstaría bien empleado si, en vez de para la búsqueda de decisiones conjuntas, todas ellas difusas y casi siempre insuficientes, se empleara de forma unilateral por cada país para acometer acciones directas Así, la ONU no tendría más remedio que coordinar las distintas acciones unilaterales para su optimización, pero serían reales. Nunca se cumple mejor que en este caso el viejo dicho de, lo excelente es el peor enemigo de lo bueno. Hagamos y después ordenemos en el caos de la acción, pero hagamos y no nos lamentemos.

En algunos de estos países de hambruna endémica no se puede hablar de democracia, de derechos civiles, de libertad, ni siquiera de guerras tribales o caciquismo presidencial, ni mucho menos de autoridad estatal en sentido westfaliano. Solo cabe hablar de intervención, incluso por la fuerza, de las potencias europeas y americanas, acometer inversiones en infraestructuras y tutelar el desarrollo a corto, medio y largo plazo de medidas que permitan, primero comer y vacunarse, después educarse y después disponer de la libertad para decidir y autogobernarse.

Enfermedades que en Europa y América están desterradas desde hace siglos, producen cientos de miles de muertos, sobretodo de niños, cuya única culpa ha sido nacer en el sitio y tiempo equivocados.

Pero somos cómplices de lo que pasa. Existen medidas concretas que la sociedad debe exigir, y no se trata de emplear el 0,7 % del PIB a ayudas de dudosa efectividad y aún más dudoso destino, sino de acometer acciones concretas por parte de estos estados en esos países. Estados Unidos ya hizo algo parecido en el Japón de la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, como hicieron también las potencias mundiales con Alemania, ¿por qué no es posible hacerlo en África o Asia?

Un magnífico estudio causal del hambre en el mundo lo podemos encontrar en el siguiente documento vaticano: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/corunum/documents/rc_pc_corunum_doc_04101996_world-hunger_sp.html

Pero mientras pensamos en las causas, las analizamos y buscamos culpables, siguen muriendo inocentes.

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