miércoles, 30 de septiembre de 2009

La necesidad de un partido nacional que no existe

Son pocas las formaciones políticas que, a lo largo del periodo constitucional se han declarado nacionales. En los inicios allá en el s XVIII, los partidos no eran más que círculos pequeños de hombres poderosos en torno a un notable que se presentaba como líder de la formación. Más tarde, surgieron los partidos de masas, correlativos al movimiento obrero, que se configuraban como un agregador de intereses comunes, dentro de una misma ideología política, en los que los afiliados a los partidos se encargaban de canalizar esos intereses y, a través de sus aparatos burocráticos capilares por todo el territorio, distribuir el mensaje de los líderes, en función de los intereses del partido.

Más tarde, estos partidos, además de dirigirse a su electorado, decidieron emprender el convencimiento al resto de la población, es decir, trataban de incrementar el público objetivo, sin duda, facilitado por la igualación en términos intelectuales y sociales de las condiciones de vida de la mayor parte de la población. Es el fen´´omeno conocido como partidos atrapalotodo, catch-all party (refrerido al alectorado, no a lo que hoy se hace)

El desarrollo de los medios de comunicación masivos ha llevado a los partidos a evolucionar en tornoa la "democracia de audiencia", donde el papel del afiliado queda muy disminuida y el aparato del partido cierra sus poros para que sean los electores y no los afiliados los que pongan y quiten líderes, de forma que el aparato se convierte en valladar del líder. Ello supone un resguardo , pero perderá su condición en la medida que pierde elecciones, y supone a la vez la renuncia a la detección de nuevos talentos.

Esta evolución, sucintamente contada, de los partidos políticos en estados constitucionales, ha sido similar en todos sitios. La principal diferencia entre el sistema de partidos de España con el resto de Estados es, entre otras, que en España no existe un auténtico partido nacional.

El sistema autonómico español, único en el mundo, desarrollado al albur de las negociaciones de los partidos de izquierda con los partidos nacionalistas y de una más que discutible interpretación de la norma constitucional por parte del Tribunal en los últimos treinta años, no ha tenido el necesario contrapeso por parte de quien se debería haber erigido como un auténtico partido nacional.

El actual Partido Popular, antes Coalición Popular y antes Alianza Popular, se ha configurado, de facto, como un partido cuasifederal, en el que las burocracias territoriales se cierran en torno a sus intereses parciales y someten al líder a un constante aprisionamiento en la toma de decisiones. El líder ya no puede tomar decisiones políticas globales y empiezan a aparecer idiomas autonómicos, como se ha demostrado en las reformas estatuarias de Andalucía, Cataluña y Valencia.

A su vez, estos líderes o casi caciques autonómicos (pomposamente llamados barones), que eran propios de los partidos de izquierda (acordémonos de los famosos barones socialistas), resulta que aparecen por motivos propios en el Partido Popular, intentando asegurar su cuota de poder, a costa de perder una visión global de España.

Y no quiero decir, con esto que no sea necesario implementar políticas acordes al terreno político que se pisa, sino que éstas deben ser coherentes con una idea global de España. De ahí que no se entienda, más que en un marco totalmente autonómico del PP, que las reformas estatutarias consentidas o encabezadas por el PP lleven en sí mismas tantas contradicciones.

Hace años, el PP se jactaba de que podía dar el mismo mensaje en cualquier parte de España, a diferencia del resto de partidos. Hoy se constata que no hay nadie en el PP capaz de decir lo mismo fuera de su territorio, mientras el líder nacional queda secuestrado de quien le mantiene en su sitio. Una cárcel de oro si se quiere y cierta comodidad, además de anuencia, porque nadie está obligado a consentirlo, pero en cualquier caso, la izquierda española ha conseguido de nuevo torcer la voluntad de la sociedad española. España no quería ser autonómica, como lo demuestran todas las encuestas del CIS desde 1979, pero hoy lo es. La mayoría de los españoles se consideraban españoles antes que vascos, catalanes, andaluces o asturianos, pero España hoy es un aglomerado de estados nacionales, por mucho que me pese. Se necesitaba un fuerte contrapeso que aglutinara el sentir mayoritario de los españoles, y ese contrapeso debía ser el PP, pero este PP, que no quería ser autonómico, que no tiene esa vocación, hoy lo es.

4 comentarios:

Manolo dijo...

Ayer Camps y Rajoy se hablaron en la frontera, en el Parador de Alarcón, un lugar equidistante entre Valencia y Madrid (esta gente de centro de toda la vida siempre tan equidistante), cada uno de ellos sin atreverse a traspasar la cerca que delimita sus territorios, marcando terreno como machos en celo.

Parece ser que la reunión terminó como empezó. Después del día de ayer en que la Cospedal imitaba a Gila (“alguien ha matado a alguien, y no me gusta señalar”, ¿os acordáis?) diciendo aquello de “esperamos que el PP de Valencia actúe de manera libre y contundente”, parece ser que Camps no quiere o, lo que es peor, no puede actuar, ni de manera libre ni contundente como le piden en Génova 13 de la Rúa (más que amigo) del Percebe.

La corrupción es un sistema piramidal, como un castillo de naipes corruptos que van sosteniendo a la cúspide, que es la que se lleva la pastuqui: la única carta que puedes eliminar sin que todo se desmorone es la de arriba. Pero parece que hay alguien muy arriba que se ha corrompido hasta las cejas, “y no me gusta señalar”, que prefiere que el castillo se venga abajo antes que reconocer su culpa.

Nacho dijo...

Cuando pensábamos que el caso Gürtel no podía empeorar, la apertura del secreto del sumario ha dejado claro que el PP no es que vaya bien, como dice Rajoy, sino que va de cine; de película de catástrofes, para más señas. Lo que empezó como otro charco de mierda más, el enésimo chanchullo de los años del ladrillazo, se ha convertido en un océano de inmundicia en el que cabrían todos los barcos de la Copa América y aún habría sitio para el yate de Briatore con Aznar luciendo abdominales en cubierta.

¿Cuatro trajes? ¿Cuatro relojes? Mejor que sean trajes de buzo y relojes sumergibles. Las aguas negras ya han contaminado a cuatro administraciones regionales gobernadas por el Partido Popular –Madrid, Castilla y León, Comunidad Valenciana y Galicia–, a más de una decena de Ayuntamientos, a la mismísima tesorería del partido. Lo de menos, para variar, está en el detalle: en ese reloj exclusivo, en ese coche de lujo, en ese yernísimo conseguidor que ya tardaba en salir, en la anécdota paleta de ese milano bonito que se cree Yes we Camps y quiere hacerse una foto con Obama. Han crecido tantos árboles que ya no vemos un bosque donde cuesta encontrar a un solo líder del PP que no haya sido al menos salpicado por este enorme tsunami de basura; a este paso, el barón más limpio va a ser Jaume Matas.

Pero lo peor para los conservadores es que esto es sólo el principio, una tercera parte del sumario que instruyó Baltasar Garzón hace ya meses. Si la Gürtel fuese una película vista en televisión, todavía no habríamos llegado al primer bloque de anuncios. Aún nos falta el iceberg y está hecho de un hielo peculiar. Es de origen alpino, aunque Suiza no tenga salida al mar.

Nacho dijo...

Me apena el pobre perro abatido a tiros, el que confundieron con una leona, el de Tarragona. Imagino que saben de qué les hablo: ese animal al que probablemente su dueño, probablemente un mal nacido, abandonó en mitad del campo y tuvo que dedicarse a la caza del pollo de granja para poder sobrevivir. Los vecinos decían que era una leona pero de leona nada: era un cruce entre un perro de presa canario y un fila brasileño. Y macho, para más señas.

Me da menos pena el ángel caído Alberto López Viejo. Ayer, cachorro mimado de Esperanza Aguirre, hoy diputado callejero sin nadie que le ladre en la Asamblea de Madrid; desterrado del grupo popular por orden del brazo incorrupto de Esperanza Aguirre, la presidenta de la administración autonómica más manchada por la mafia de don Vito Correa. La Comunidad de Madrid, la suma de tantos, pagó más de tres millones a los pollos de la Gürtel: once consejerías distintas dieron contratos a la trama, que también aparece ligada a Fundescam y a la campaña de la propia Aguirre.

A juzgar por las (pocas) explicaciones que ha dado la lideresa, el ex consejero de Deportes López Viejo es el único responsable de todas esas adjudicaciones irregulares. Según esa curiosa versión, fue capaz de conseguir –desde Deportes, insisto– que hasta la consejería de Presidencia que gestiona Ignacio González, o incluso la de Transportes, cuando María Dolores de Cospedal estaba al frente, contratasen a sus amigos de la Gürtel. Y no me interpreten mal la moraleja, no digo que López Viejo fuese una inocente leona ni mucho menos un pobre perro abandonado. Pero tampoco le veo tan lince como lo pintan.

Nacho dijo...

Ric, pobre Ric. Qué perra es la vida. Un día estás allí arriba, pisando moqueta mientras Correa te cepilla el ego y te dice al oído que serás el futuro presidente del Gobierno. Y al siguiente estás ahí abajo, o sea, en el superarroyo. ¿Y qué te queda? Una cuenta corriente en números rojos, un Infiniti siniestro total aún por pagar, un reloj muy molón que no te puedes poner por Valencia sin que te hagan chistes, una carrera política quemada y la penitencia de otro. No es justo, jopelines. “Todos tenéis que ser felices, porque todos somos iguales: los calvos y los que tenéis pelo”, dijo el martes Pocholo Camps, mientras le pasaba la mochila a su segundo. Y sí, todos son iguales en la cúpula del PP valenciano, pero algunos más que otros. Cuando Costa llegó a número dos del partido, en 2007, el Bigotes ya llevaba cuatro años forrándose con los contratos que graciosamente le otorgaba la administración que preside su amiguito del alma, el curita, el que le quiere un huevo. ¿Es o no es para salir llorando?

Pero antes de llorar, Ric quiso morir matando. Su discurso fue histórico: por primera vez en los nueve meses que llevamos de Gürtel pudimos escuchar a un dirigente del PP dando una explicación que no insultase a la inteligencia, aunque fuese para culpar a otros. Camps, que le pilla más cerca, quedó prendado de ese repentino arranque de sinceridad. Pero Génova no paga a traidores. “Cuando alguien actúa en contra de los intereses de su partido y con publicidad, es imposible que vuelva”, sentenció De Cospedal al firmar el destierro. Las luces se apagan, la música calla, la fiesta se acaba. Pobre Ric, ahora llega la resaca.