lunes, 14 de septiembre de 2009

Arenas del Monte no quiere dejar de ser española

En Arenas del Monte, provincia de Barcelona, se ha realizado una consulta popular por la que su Ayuntamiento preguntaba a los vecinos si querían seguir siendo parte de España o querían renunciar a serlo.

El hecho en sí es ridículo por varios motivos, entre otros porque ni se le ha contado a los vecinos lo que suponen cada una de las opciones, ni existe un debate sobre cada opción, ni nadie ha defendido otra opción que la segregacionista, entre otras cosas porque eso sería dar carta de naturaleza a una consulta contra lex y contra natura.

Aún así, ha votado el 41% de los vecinos, que es lo mismo que decir que el 59% de los vecinos no lo han hecho, lo que permite pensar que ni en Arenas del Monte sus vecinos quieren dejar de ser españoles. El dato contrasta con la última encuesta de la Generalidad, realizada en julio de este año, por la que solo el 19% de la población catalana estaría a favor de una supuesta independencia, dato similar al mostrado cinco años antes, en octubre de 2004, dato no muy difundido por los medios e instituciones catalanes ni de ámbito nacional.

Y esto tiene que ver con la Razón, que es un rector de la acción humana que no puede ser atravesado por la ideología o por el Estado, por muy intervencionista que éste sea.

Sin embargo, sí me produce estupor y, no consigo acostumbrarme a él, que la citada consulta se realizó sobre un censo que incluía a los mayores de dieciséis años, y no a la mayoría de edad legal, como obligaría cualquier ley electoral del mundo, lo que da idea del grado de adoctrinamiento que esta ideología totalitaria despliega sobre los jóvenes. Y en estas tintas, la izquierda y la derecha nacionalista se encuentran. Puede más el cleavage nacionalista que el izquierda- derecha, y ello tiene que ver con una de las más antiguas bajezas del ser humano: el ansia de poder, consustancial al hombre desde posiciones hobbesianas, y siempre controlada por la Razón, como la ideología liberal siempre ha descrito.

Luego Razón y lucha por el poder se encuentran frente a frente. La Razón, sentido común para algunos y el menos común de los sentidos para otros, conduce el deseo de bienestar y felicidad, que reside en la permanencia en España. El egoísmo y la avaricia conducen las ansias de poder de unos pocos que lo único que poseen, en este caso, es más altavoces que los que no han querido hablar, y que promueven una imposible independencia que han visto en estos tiempos de indolencia y de mediocridad política un momento idóneo para alborozar infames propuestas cargadas de ataduras a la Razón. Pobres incautos. Gente mucho más preparada que estos paralíticos intelectuales sucumbieron a la Razón, aunque siempre existen personas dispuestas a lo imposible con tal de vivir, aunque sea a costa de la indecencia, de situaciones que si no existieran difícilmente disfrutarían del rol social que desempeñan.

En definitiva, Arenas del Monte no quiere dejar de ser española.

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