lunes, 16 de febrero de 2009

Chávez, Chaves para siempre

Los sistemas políticos actuales se basan en la degeneración de algunos principios representativos liberales. Los más importantes son, la elección de los representantes del poder legislativo por parte de un cada vez mayor electorado, la competición política a través de elecciones periódicas, la división de pòderes, la libertad de expresión política en cualquier momento y no solo en los comicios electorales y el sometimiento de las decisiones políticas a la opinión pública.

Estos principios liberales están basados en el principio general del consentimiento, por el que los ciudadanos, portadores de la soberanía y únicos titulares del poder, delegan mediante consentimiento en un conjunto de personas, representantes, que ejercen el poder en nombre del pueblo, representados.

Andando el tiempo, hemos asistido a la deformación de estos principios en casi todos los estados autoproclamados democráticos. La causa de la deformación no es otra que la consabida tendencia al absolutismo que provoca el ejercicio del poder y que tiende al portador a no querer desprenderse de las prebendas que este ejercicio suscita.

Las principales deformaciones son las siguientes: primero, la preeminencia del poder ejecutivo sobre el legislativo, que cristaliza en la práctica anulación del principio de representatividad y de la división de poderes, porque el Gobierno no es elegido por el portador de la soberanía y porque el Gobierno controla tanto la acción legislativa, como la potestad reglamentaria como el poder judicial. En segundo lugar, el control gubernamental de los medios de comunicación, bien a través de su titularidad, bien a través de redes clientelares, lo que anula o impide la capacidad crítica del portador de la soberanía. Tercero: la capacidad discrecional del ejercicio del poder por parte de los Ejecutivos que nos lleva a la falta de control por parte de la oposición política y de la opinión pública.

Un amigo me decía que la salud democrática de un país se puede medir por el número de personas que viven de un sueldo del Estado sin ser cargo electo o ser funcionario. Hagan cuentas.

Ayer, Chavez consiguió lo que se había propuesto, pero el ejercicio de control no deja de ser pueril. Se encarga de realizar referenda vinculantes hasta que consigue el resultado deseado, y cuando lo consigue ya no es posible preguntar más. Lo curioso es que en la mayoría de estados pasa igual.

En España, los españoles con capacidad de voto en 1978 aprobaron una Constitución que, por algún avatar del destino tenemos que seguir manteniendo in pectore, debido a las condiciones tan rígidas que supone su modificación. Y si el pueblo soberano ha cambiado, éste debe aguantarse. Ya otros consintieron por él.

Ésta era la doctrina defendida, entre otros, por Grocio, Puffendorf o Hobbes, por la que el consenimiento del pueblo para que un Gobierno sea el que ejerza el poder basta con que se haya dado una sola vez. Esta doctrina fue rápidamente enmendada por teóricos liberales como Locke, Montesquieu, Madison o Tocqueville, porque esa teoría deriva irremisiblemente hacia el absolutismo y la tiranía. Esto es lo que está ocurriendo hoy día.

Y lo peor de todo es que existen soluciones para salir de este atolladero en el que los politicastros y politiquillos nos han metido, revestidos de una débil legitimidad democrática, y peor aún es constatar que esta tendencia absolutista y tiránica no es monopolío de ningún partido ni Estado y no es patrimonio de los débiles estados latinoamericanos. En España sufrimos mucho de esto, y no solo a nivel nacional. La peor de las deformaciones que sufrimos consiste en esta España de las autonomías que lo único que ha provocado es la proliferación de cortijos autárquicos y reyezuelos al estilo medieval que, mediante contrato de vasallaje (elecciones), nos tienen sometidos.

La rotación de cargos, la limitación de mandatos, la disminución de cargos por designación, la reforma de la financiación electoral, la modificación de la ley electoral, la centralización de muchas competencias políticas cedidas por la Administración Central sin el permiso de los ciudadanos, la vuelta al parlamentarismo con la necesaria e imperiosa modificación de la Segunda Cámara, la flexibilidad constitucional, son algunas soluciones que requieren demasida generosidad por parte de los déspotas que nos subordinan y que devolverían el control al legítimo portador de la soberanía.

Tenemos Chavez y Chaves para mucho tiempo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja,ja,ja... que divertido ver a todos esos fachosillos que se les llena la boca con la Constitución Española, la Contitución Española... intentando vender la moto a la gente de que Chavez es un dictador porque hace una modificación a la Constitución Venezolana que hace que se parezca más la Constitución Española que tanto defienden. Por otro lado Uribe, hace la misma modificación, pero este no es un dictador, es un demócrata de pro. La verdad menos mal que hay fachas en España, de que nos ibamos a reir sino.

Alfonso Fernández Álvaro, Ingeniero Informático y Politólogo dijo...

Anónimo

El tamaño de tu boca solo es comparable al de tu ignorancia. los partidos de izquierda de Venezuela que pertenecen a la Internacional Socialista votaron en contra del referendum. Solo el PSOE, que queda lejos del socialismo se alía con totalitarios y dictaduras. Facha, facha, si supieras lo que significa el fascismo es precisamente Chavez.

Anónimo dijo...

Ja,ja,ja... A falta de argumentos... buenas son chorradas.Has descubierto América en un vaso de agua, que el PSOE queda lejos del socialismo… y los reyes magos son los padres. Tal vez sean un poco menos radicales y un poco menos corruptos que el PP, pero por los demás son igual de fachas.

Anónimo dijo...

El pasado 15 de febrero los venezolanos volvieron a mostrar su apoyo al presidente Hugo Chávez al apoyar mayoritariamente la enmienda constitucional que acaba con la limitación a dos legislaturas para ejercer los cargos de gobernador, parlamentario o presidente de la República. De esta forma, Chávez podrá ser candidato presidencial en 2012, año en que termina la actual legislatura.
Como se recordará, los partidarios del Gobierno perdieron en diciembre de 2007 el referéndum para la reforma constitucional en el que se incluía también la eliminación del límite de legislaturas para el cargo de presidente, junto a otras 68 reformas de artículos. De los 4.379.392 votos (49,29%) que entonces apoyaron la reforma constitucional, se ha pasado a 6.003.594 (54,36%) en la votación de la enmienda. Mientras tanto, los votos negativos también aumentaron de 4.504.354 (50,7%) a 5.040.082 (45,63%), pero ahora han quedado en minoría. Quienes interpretaron que aquel referéndum inauguraba el declive del chavismo han visto frustradas sus expectativas.
La primera incógnita que debe resolverse es por qué los partidarios del Gobierno perdieron el referéndum de 2007 y, en cambio, ahora han logrado una holgada victoria con casi nueve puntos de ventaja. Un dato a tener en cuenta es que la superación de aquella derrota se produjo en las regionales de noviembre de 2008, puesto que los candidatos progubernamentales lograron un millón de votos más que los opositores. En Venezuela ya casi todos los análisis coinciden en las razones de la derrota de 2007: demasiados cambios en la Constitución que no eran comprensibles o viables, una campaña dominada por el conflicto con Colombia y la iniciativa de Chávez a dedicarse a la liberación de prisioneros de las FARC en lugar de atender la política nacional. A todo ello hay que añadir que ahora no sólo se planteaba la postulación sin límites de legislaturas para el cargo de presidente, sino también para gobernadores y diputados, lo cual es más coherente desde el punto de vista político.
La conclusión evidente es que, a pesar de todas las deficiencias y errores del proceso venezolano, apenas existe desgaste del presidente; obsérvese que ha conseguido incluso más votos de los que logró en contra de que dejase el cargo en el referéndum revocatorio en 2004 (5.800.629).
Las razones son diversas: en primer lugar, una oposición desarticulada que no logra comprender que existe una gran masa popular que confía en Hugo Chávez como esperanza para la mejora del país. Por otro lado, una clase media que ha ido percibiendo que todas las amenazas de llegada del comunismo y peligro para la democracia que les fueron presentando a lo largo de estos años no tienen fundamento alguno. La burguesía y el empresariado venezolano no han visto empeorar en absoluto su situación económica y ninguna medida política, aplicada o en proyecto, hace peligrar sus expectativas. Las quejas de los interventores de la oposición muestran su desconexión de la realidad, desde quienes califican de “horror” tantas elecciones porque “tienen como objetivo mejorar la imagen de dictador de Chávez”, a quienes se indignan porque ahora “los camioneros son senadores” o intentan explicar que este referéndum supondrá abrir la puerta a que “los padres pierdan la patria potestad de sus hijos”. El resultado es que la gran apuesta de la oposición venezolana se limita a un puñado de estudiantes de clase alta procedentes de las universidades privadas que me explican que ellos tienen como referencia de país para Venezuela “el socialismo sueco”. Por supuesto, no faltan los retos para el Gobierno Chávez: encajar el nuevo precio del petróleo en su futuro económico, actuar con contundencia contra la corrupción y afrontar con eficacia muchas buenas iniciativas que no comienzan a arrancar.
Si bien la mayoría de la comunidad internacional ya va comprendiendo que la democracia venezolana es la más legítima de todo el continente y probablemente del mundo, con trece procesos electorales en diez años, todos ellos impecables, según han sentenciado todas las instituciones y observadores que asistieron a cada comicio, no deja de asombrar el modo obsesivo y recurrente con que desde sectores reaccionarios mundiales se sigue intentando deslegitimarla con gratuitas acusaciones de dictadura, violaciones de derechos humanos o falta de libertad de expresión. Basta observar su indignación ante el simple hecho de que los venezolanos puedan eliminar los límites a la reelección de sus cargos, tal y como sucede en diecisiete países de la Unión Europea.
No puedo llegar a otra conclusión que la que han expuesto en diversas ocasiones los profesores Carlos Fernández Liria y Luis Alegre: a lo largo de la historia, por democracia se entendía el periodo en que el Gobierno de un país estaba en manos de la derecha y, cuando la verdadera izquierda llegaba al poder, se la derrocaba por cualquier vía ilícita (golpe de Estado, guerra civil, magnicidio, bloqueo, desestabilización) para comenzar un paréntesis dictatorial en el cual se desarticulaba esa izquierda para volver más tarde a una “adecuada democracia” con la derecha en el poder. Venezuela representa uno de los pocos casos en los que ese mecanismo no han logrado que les funcione, de ahí la desesperación.
Cada uno es libre de compartir o no el ideario y el programa de Hugo Chávez, pero la diferencia entre demócratas y no demócratas está en aceptarlo y respetarlo tal y como es, que es como lo quieren los venezolanos.

Alfonso Fernández Álvaro, Ingeniero Informático y Politólogo dijo...

Bueno Anónimo

Está inteesado en debatir algunas cuestiones en base a datos concretos: los presupuestos del gobierno venezolano se basan en ingresos por petróleo a un precio de 65$ el barril. Él mismo reconoce que, por debajo de 50$ no podrá mantener las prestaciones sociales. El precio actualmente es de 30-35$/ barril.
La producción de petróleo que tiene que cumplir Venezuela en el cártel es de 3 millones de barriles día. Él es partidario de que el cártel reduzca la oferta diaria, pero lo hace porque hoy en día no es capaz de extraer más de dos millones de barriles día. Además el petróleo de Venezuela es de peor calidad por lo que encima el precio por barril venezolano es inferior al precio del petróleo de oriente medio.

Por otro lado, las cifras de inflación se acercan al 30%, lo que supone que las empresas venezolanas han decidido no abordar planes de inversión estructural debido a la deformación que el IPC provoca en los planes de inversión.

En cuanto al sistema político, empezaremos por algunos déficits que creo importantes: El Consejo Electoral (equivalente a nuestra Junta Electoral Central) es dependiente de Chavez, lo que hace que en cada comicio él decida cuáles son las circuscripciones, de forma que independientemente del número de votos, la fórmula de transformación de votos en escaños siempre le favorece. En segundo lugar, el Alcalde del distrito de Caracas, la unidad administrativa más importante de Venezuela por número de habitantes, está en paradero desconocido porque pertenece al partido de la oposición y fue echado de su sede oficial por parte de Chavez argumentando que el pueblo no lo quería.

Los medios de comunicación no afines al gobierno o han sido clusurados o directamente quemados. No parece que se pueda discutir mucho acerca del control gubernamental de los medios de comunicación

La oposición política no dispone de espacio en los medios de comunicación, y sus líderes son amedrentados, instigados y en algunos casos encarcelados por parte de la policía personal de Chavez.
Las libertades económicas en Venezuela siguen deteriorándose, tal como lo muestra el índice de Libertad Económica 2009, publicado por The Heritage Foundation y el Wall Street Journal. En el análisis, entre 179 países clasificados, Venezuela se ubicó en el lugar 174.

En definitiva, no es que critique su ideario (que también lo critico), y mucho menos su esfuerzo y resultado al reducir del 56 al 29% la pobreza en su país (lo que reconozco). Lo criticable es que lo haga a través de la falta de libertades y a través del adoctrinamiento. Esas prácticas en otras épocas fueron propias del vasallaje, despotismo o simplemente fascismo.

Anónimo dijo...

Los opositores a Chávez también pueden ser reelegidos, me parece, pero eso no tiene tanta importancia porque los venezolanos, en su infantilismo, tienen la fea manía de votar a Chávez. ¡Como si nosotros no supiéramos mejor que ellos lo que tiene que votar ese hatajo de indios y desarrapados! Por otra parte, en España tenemos un jefe de Estado vitalicio y al que no podemos elegir, y un jefe de Gobierno que puede presentarse a reelección cuantas veces le dé la gana. Un tal Chaves, en Andalucía, lleva la friolera de 20 años y creo que pronto aparecerá de perfil en los sellos de correos, vestido de rey de baraja.

La democracia (que estamos dispuestos a consentir) en Latinoamérica son tipos como Uribe, ese campeón de los derechos humanos. La democracia (que podemos tolerar) en Venezuela son tipos como Carlos Andrés Pérez, ese hombre tan honrado como Bruto, incapaz de malversar un céntimo de dinero público.

El problema no es Chávez, son los venezolanos. ¿Qué les sucede a esos individuos? ¿No tienen sentido común? ¿Por qué le votan, cuando desde aquí, tanto en la prensa como en Repsol, ya les hemos advertido que no les conviene? La democracia consiste en que los explotados hagan lo que quieren los explotadores, pero que lo hagan por su propia voluntad. Hay gente, como los venezolanos o los palestinos, a los que eso no les entra en sus diminutas cabezas reducidas por los jíbaros, y van y votan a Chávez o a Hamás. ¿Qué podemos hacer con esas poblaciones tan irresponsables que votan a quien les da la gana? Como diría el Caudillo (o Javier Solana), todavía no están maduros para la democracia (tal y como la entendemos los que de verdad sabemos), así que no nos dejan muchas soluciones: o los invadimos (mediante la colonización a cargo de filantrópicas empresas europeas y elecciones libres, es decir, donde ganen los buenos), o los bombardeamos en defensa propia (como hace Israel). Pero una de dos, porque son muy cabezotas, como los niños pequeños.