viernes, 1 de agosto de 2008

Ley de Libertad Religiosa: la nueva realidad de España

Lo reconozco: no consigo salir de mi asombro. Conocía la capacidad de Rodríguez para hacer volar su imaginación por el país de Alicia. Un artículo de el País de hace un par de días de Anabel Díez resulta revelador de hasta dónde está dispuesto a deformar la realidad este Presidente con tal de hacernos creer el tipo de país en qe quiere convertir una España, que decididmente no es el que desea y que intenta cambiar a su antojo y según su gusto.

El artículo en cuestión de la opinadora política, que no periodista Anabel Díez, tiene una frase lapidaria que reza así: "...está en marcha la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, que recogerá la realidad de la España de hoy con la existencia de otras creencias religiosas con un arraigo notable."

Efectivamente existen muchas personas en España que profesan otras confesiones, y esas personas tienen el derecho a profesar su fe, dentro de la Ley, con el mismo nivel de protección de cualquier católico. Pero esto ya está reconocido desde hace treinta años en la CE, para ello no es necesario una Ley que proteja a estas personas.

La reforma prevista pretende, más que otra cosa, incidir en la opinión pública creando una nueva confución por la que estar en contra de esta reforma será tanto como estar en contra de los derechos de las personas a pertenecer o profesar otras confesiones.

Y esto no es así. España es católica mucho antes de los tiempos de Recaredo, que vio cómo en España ya había entonces (13 de enero de 587) millones de católicos y solo algunos miles de arrianos.

Para ello, Recaredo tras reunirse con Obispos de ambas confesiones, optó ese día por abrazar la fe católica, lo que no impedía a los arrianos continuar con su fe.

Sin duda, los españoles son católicos fundamentalmente por dos motivos fundamentales: el primero la labor pastoral de la Iglesia, y el segundo por su legado cultural romano.

No voy a entrar en la Historia de las Religiones en España, pero es obvia la intención de la opinadora y del Presidente de deformar una realidad: España es histórica, social y religiosamente católica. Y al decir España, me refiero a la comunidad de españoles, y no al aparato estatal, que ya sabemos que es aconfesional. Es decir, la nación cultural española es mayoritariamente católica, y eso a Zapatero, simplemente no le agrada.

Querer equipar los derechos de los creyentes es inútil, porque eso ya está garantizado. Que España acepta que otras personas profesen una fe diferente es un hecho que se lleva produciendo en España desde hace siglos: judíos, moros, protestantes, budistas, shintoistas y, perdón por la burda equiparación, hasta cienciélogos, conviven muy minoritariamente en paz con los católicos desde hace tanto tiempo que resulta ridículo que este Gobierno se dedique a estos menesteres, con la que está cayendo en España en estos momentos.

No cabe duda que, esta sociedad española actual, que en los últimos treinta años de último constitucionalismo, ha dependido de gobiernos socialistas en veintidós, asiste a una ausencia de valores religiosos que, por mor de su número, afecta en mayor medida a los católicos, y a eso sí se ha dedicado el esfuerzo socialista.

De esta forma, el hedonismo, el individualismo, la solidaridad hipócrita, la falsa defensa de derechos fundamentales, inciden en la conformación de una sociedad, más preocupada de ver dónde puedo abandonar al abuelo torpe este verano que en reflexionar solo o en comunidad sobre su fe y la escala de valores que merece ser defendida.

Los supuestos derechos de la mujer a decidir sobre su cuerpo (y de paso sobre el de su hijo), de los enfermos inútiles "a morir dignamente", a considerar el divorcio como una decisión personal y no familiar, los derechos de los jóvenes a decidir sobre sus opciones de diversión, lo que incluye el consumo de determinadas drogas, socialmente bien aceptadas, son pasos en la dirección de borrar de la conciencia de las personas su propio fundamento, que desde diferentes perspectivas, las religiones pretender transmitir.

Y la estrategia es clara, ataquemos a la Iglesia, a través de su Conferencia Episcopal, esa institución de gente vieja, carca, alejada de la realidad, con leyes de este tipo, para eliminar cualquier sustrato identitario de España, y de paso, instaurar el ateísmo como forma de pensamiento único.

Frente a la supuesta rigidez de conducta de la Conferencia Episcopal, la libertad de acción permisiva convertida en libertinaje que propone el socialismo. Si usted fuera joven e inmaduro, ¿qué elegiría?

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