lunes, 3 de noviembre de 2008

El PP en el extremo centro

En la dirección actual del PP se ha entendido que definirse de derechas es o puede ser contraproducente para que determinado grupo de votantes sean atraídos con su voto. Por ello, la consigna es declarase de centro, es más, el PP es más de centro que nadie. Somos de extremo centro.

La fórmula para conseguirlo es obvia: renunciar a todo principio ideológico que permita encasillar al PP en la derecha, por lo que el discurso y la acción política pasan por hacer y decir lo que la izquierda quiere oír.

Se trata de no asustar al llamado electorado indeciso. Se denomina así, no al que no sabe a quién va a votar, sino al que, en cada comicio decide si va o no a votar y a quién lo hará llegado el caso. Se trataría del llamado voto adulto democrático, es decir, aquél que se aleja del seguidismo o del fanatismo político, el que evalúa una acción de gobierno y que decide en ese momento el sentido de su voto.

El problema es que, renunciando a los principios ideológicos se crea en tu electorado fiel, es decir el que si vota jamás lo hará en contra de tu partido, un estado de desamparo que provoca el aumento de la abstención, y el PP puede pagar cara esta estrategia de ganar votos "por el centro" y perderlos " por la derecha".

Son varios los elementos a tener en cuenta: el primero que en España existe muy poco voto "adulto", es decir, existe mucho fanatismo político y la gente vota lo que viene votando, y tan solo el 10% del electorado cambia el sentido de su voto, esto es, poco más de dos millones de votos. la diferencia de las últimas elecciones fue de casi un millón de votos, con lo que prácticamente todo el electorado "adulto" tendría que votar PP para cambiar el ganador de las elecciones.

En segundo lugar, la memoria de los españoles es muy corta, y no va más allá de seis meses, por lo que el "voto adulto" solo cambia el sentido del voto en los últimos meses antes de las elecciones, sin embargo la pérdida del voto propio se puede ir perdiendo por desengaño durante toda la legislatura.

En tercer lugar, el acicate para mover a la participación, al final de la legislatura, depende en gran medida de la capacidad del liderazgo del candidato, y en eso hay que reconocer que Rajoy no va sobrado. Es mucho mejor parlamentario que candidato.

En cuarto lugar, el concepto que el PP tiene del voto joven es diferente al que tiene el PSOE. Para el PP el voto joven lo representa su presidente nacional de Nuevas Generaciones, sí ese señor con barba al que los treintañeros llaman de usted. Mientras que para el PSOE, el voto joven se sitúa en los adolescentes de catorce a dieciséis años, es decir, los que votarán por primera vez en las próximas elecciones, y cuando un joven, cada vez peor preparado para tomar sus propias decisiones, es ideologizado por la izquierda, es muy probable que su voto nunca vaya a parar al PP.

Por todo ello, y por otra serie de razones de ídole menos pragmática y más ideológica, creo que no se debe renunciar al posicionamiento ideológico del PP.

En las últimas fechas, hemos visto cómo el PP renuncia a posicionearse en asuntos puramente ideológicos, rechazando al debate sobre la Corona, la eutanasia, la relaciones intergubernamentales entre el Estado central y las autonomías, la identidad territorial en aspectos linguísticos y de simbología nacional (hoy no parece importante el respeto a la bandera española), la educación, etc. Y sin embargo, ha centrado toda la acción de oposición en "los problemas que afectan a los españoles", básicamente la economía.

Y el PP no se da cuenta de que, además de problemas acuciantes y urgentes, como los económicos, España tiene otros serios problemas en los que ha renunuciado a debatir, con la excusa de que esos problemas no son del interés de los españoles, pero lo que se esconde es el miedo escénico a identificarse de una u otra forma ideológicamente, y esto pasará factura a medio plazo.

Y la factura no será solo electoral, sino social, y eso es mucho más grave, porque será la izquierda la que defina el marco de la acción del gobierno de futuros ejecutivos, de forma que el PP, llegado el caso, gobernará, pero lo hará siguiendo patrones ideológicos de izquierda, porque la sociedad no aceptará otra cosa, porque la doctrina socialista impregnará la vida social de España.

El ejemplo más claro se encuentra en el aborto. El PP, como partido liberal, que defiende como unos de los principales valores del ser humano la vida, ha renunciado a introducir en la agenda política este debate, de forma que cuando ha tenido en sus manos el Gobierno, no ha querido, porque no ha podido modificar la legislación sobre este asunto. Socialmente no se aceptaba, y no se podía porque nunca se dio el debate ideológico en la sociedad española. Eso volverá a pasar con el federalismo, la eutanasia, la educación, o la Monarquía, entre otros, pero sobretodo, no molestemos ni a los votantes de izquierdas ni a ese potencial millón de votos que se puede rascar a la izquierda indecisa, que por cierto, votará masivamente a UPyD.

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