viernes, 17 de abril de 2009

¡ Qué se acaban las pensiones!

El Banco de España alerta de que las pensiones futuras están en peligro, y que este año habrá déficit en el fondo de pensiones. El Ministro del ramo, no solo lo ha desmentido sino que ha puesto el grito en el cielo y ha bramado contra el presidente del BCE, acusándolo de mentir y de desear más que de confirmar ese déficit. Es la primera vez que esto ocurre.

Más allá de quién tiene razón y del grado de irresponsabilidad que los sindicatos tienen demuestran y de la incompetencia manifiesta del Ministro, el debate se centra en si es oportuno modificar la edad de jubilación de los sesenta y cinco años actuales (sesenta y cuatro en determinadas condiciones) a los sesenta y siete.

Cabe resaltar, primero, que en España la jubliación (sus prestaciones) es un derecho y no una obligación, salvo lo dispuesto para determinados puestos y lo negociado en determinados convenios colectivos, pero si alguien lo desea o lo necesita puede seguir trabajando después de los sesenta y cinco años.

En mi opinión, y puesto que la cuantía de la pensión de jubilación depende no solo de la base imponible (total de ingresos sobre los que se calcula la cuota), sino del tiempo y grupo de cotización, lo que haría sería lo siguiente:
Primero: olvidarnos de los ERES a cargo del erario público. No entiendo cómo trabajadores de cuarenta y ocho años pueden estar "prejubilados". El propio nombre es escandaloso. A este paso cuando a un niño le pregunten qué quieres ser de mayor, va a responder: yo quiero ser prejubilado.

En segundo lugar, primar el ahorro a largo plazo con incentivos fiscales y con rentabilidad mínima garantizada.

En tercer lugar, garantizar por ley orgánica que el fondo de pensiones no puede ser utilizado para otro menester.

En cuarto lugar, fomentar el retraso en la edad de jubilación de forma que el trabajador, después de los sesenta y cinco años y con más de veinticinco años cotizados, deje de pagar el IRPF y la cuota de la Seguridad Social (en este caso no cotizará, pero tampoco detraerá recursos), de forma que cobre íntegro su sueldo.

Quinto: establecer una única pensión de jubilación: no tiene sentido que el que no trabaja se tenga que distinguir de otro no trabajador económicamente: todos los jubilados deben cobrar lo mismo. Soy firme defensor de que cada uno cobre por su trabajo lo que el mercado establezca, pero cuando está fuera de mercado, todos somos iguales, por tanto todos deben percibir lo mismo. Otro elemento distinto será la capacidad que cada uno tenga de ahorro durante su vida productiva.

Y, por último,mejorar fiscalmente a los trabajadores que ya hayan cotizado más de treinta años, independientemente de su edad (hay personas que a los sesenta y cinco años llevan cincuenta cotizados).

No nos olvidemos que la edad de los sesenta y cinco años se decidió cuando la esperanza de vida en España no superaba los setenta años, y algunos olvidan que en este mundo, cada uno debe ser responasble de su propio mantenimiento, hasta que el cuerpo y mente se lo permita en función de su trabajo, en cuyo caso, sí debe el Estado ( todos los demás) hacerse cargo de esa persona de la mejor forma posible, con pensiones suficientes para un resto de vida sin penurias económicas.

Que es necesario un debate y una reforma del sistema de pensiones no lo discute nadie. El problema es que no se sabe por dónde abrir el melón y, menos aún, como terminarlo.