jueves, 3 de diciembre de 2009

Se acerca la Navidad: fuera los crucifijos

Estamos en época de Adviento, estamos preparando la Llegada, la Venida, el Advenimiento, el Nacimiento. Porque cada año este periodo somos capaces de imbuirnos de un espíritu que nos promueve a ser mejores personas: es el espíritu de la Navidad.

Ese espíritu está siempre ahí, lo que ocurre es solo nos acordamos estos pocos días al año. Podríamos ser mejores personas, o al menos intentarlo, todos los días, pero parece que nos reservamos para este momento, como si cada año tuviéramos que renovar nuestro espíritu.

Pero en esta labor personal, otros han decidido que quieren protagonizar el odio, la imcomprensión, han decidido limitar la libertad de pensamiento, de educación, la libertad de credo y las más elementales señas de identidad de un pueblo.

Laicidad no es anticlericalismo, y desde muchas instancias se apela a lo primero pero desde el Gobierno se trabaja por lo segundo y, si bien, en el fuero interno cada uno decidirá, lo cierto es que quienes promueven la laicidad del Estado desde las Administraciones, en muchas ocasiones no pueden evitar transgredir la condición humana y atacar lo más íntimo de las personas,el Gobierno profana el alma de las personas sin que éstas tengan capacidad para defenderse, siquiera para denunciar que están siendo ultrajadas. Ésa sería una obligatoria tarea de quien debe controlar la acción del Gobierno, ¿lo hará?

No lo creo, es una arena a la que el PP ha desistido acudir. Con la excusa de que lo que importa a los españoles es la economía dejará de defender los derechos de las personas. Ahora cuando más rezan aquéllos que más lo necesitan.

Y se puede defender esta causa, se crea o no en ella, porque la causa no es la libertad religiosa, ni de pensamiento, es la injerencia ilegítima del Estado en nuestras almas. Si el Gobierno puede legislar prohibiendo manifestaciones religiosas que en nada cohartan los derechos de los no creyentes, estarán legitimados para legislar sobre cualquier otra forma de pensamiento. Así lo estamos percibiendo con la nueva Ley de Propiedad Intelectual, la Ley de Memoria Histórica, la reforma de Ley del Aborto y las que vendrán detrás.

Mientras el Gobierno soflama con imbecilidades como la economía sostenible para que los dirigentes del PP miedosos se afanen en convencernos de lo obvio, la izquierda sigue trabajando a medio y largo plazo: sobre las mentes, sobre las almas. El PP, con su miopía renuncia a debatir sobre principios e ideas. Es más cómodo no enfangarse los zapatos de charol, ni resfriarse en el helador terreno de la ideología: los ciudadanos solo han dado consentimiento para cuatro años, pero también en esos cuatro años deben ser protegidos del Estado, del Gobierno.

Y ésa es la batalla realmente perdida: la que no se da, la que se renuncia a dar y ello hace que el adversario no solo gane, sino que además no te respeta.

Etado, Gobierno, aquí en España lo msmo da que da lo mismo. Es típico de países donde la izquierda acumula años de gobierno: que se introduce en el Estado de forma tal que, pasado el tiempo, nadie es capaz de distinguirlos. Hacia el pensamiento único: ellos dirán lo que es bueno y lo que es malo, ellos prohibirán lo malo y permitirán lo bueno, ellos deciden, ellos piensan por nosotros, pero yo quiero poder reclamar mi derecho a que mi hijo se eduque en una determinada fe sin tener que estar perseguido por ello, reclamo mi derecho a celebrar un Nacimiento sin que Papa Noel (esa bola roja, seguro que socialista) invada la Navidad para que olvidemos al protagonista de la fiesta, reclamo una cabalgata de Reyes Magos que adoran a un Niño recién nacido, y no una caravana pseudoprogre en la que el protagonista sea el organizador de la marcha.

Mientras Suiza, estado laico, prohibe los minaretes y Turquía, estado laico, se defiende, en España, estado laico, ataca a los católicos para que los no católicos se sientan ¿confortados?¿defendidos? ¿cómo nos debemos sentir los católicos?

España ha dejado de ser católica, ya lo dijo Azaña. Ahora es anticatólica, ya lo dijo ZP.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta claro que ZP se ha rendido al chantaje de los violentos, solo asi se puede comprender que se gaste 25 millones de euros de los españoles en que un viejo venga a Madrid a protagonizar el odio, la imcomprensión, han decidido limitar la libertad de pensamiento, de educación, la libertad de credo y las más elementales señas de identidad de un pueblo.

Solo asi se entiende que tenga que venir el Tribunal de Estrasburgo a defender los Derechos Humanos de los españoles ante la dejadez de este gobierno que permanece impasible a los abusos de la secta católica solo por intereses electorales.

Anónimo dijo...

Estimado caballero:
Es mi ilusión invitarle a la lectura de una batería de entradas que he publicado en mi humilde blog (he iré publicando) en relación a la crisis económica que estamos padeciendo. He hecho uso de numerosas fuentes, de variada naturaleza ideológica. Aunque no por ello creo que haya perdido las entradas coherencia, al menos de forma escandalosa.
Quizás, al interesarle la economía sea de su agrado leer los artículos cuando usted tenga a bien.
Un saludo desde las islas canarias de este quien le escribe.

Anónimo dijo...

La pregunta no es si se quitan los crucifijos, la pregunta es que hace un simbolo de ignoracia como el crucifijo en un centro de conocimiento.

Manolo dijo...

Circulan por internet unas imágenes que años atrás nos hubieran estremecido por la amenaza latente que encierran. Están tomadas el 21 de noviembre en la iglesia de San Jerónimo el Real, en una misa en memoria de Franco y José Antonio. Si las observas superficialmente te parecerá que estás ante una obra de teatro en un local del IMSERSO, donde un grupo de jubilados representan una escena de la serie “Cuéntame”, de televisión.

De pronto parece que el cura que oficia la misa y sus acólitos van a dar de comulgar a los feligreses, pero en lugar de un par de hostias les da de besar la bandera española, con el aguilucho bordado. La vieja confusión entre bandera y sagrario, el reflejo de aquella simbiosis entre Iglesia y Estado de las dictaduras.

Todavía se honra en lugar sagrado a un régimen político que sólo la desmemoria, la ignorancia o la desvergüenza podrían justificar hoy. Ya sé que son actividades propias de un IMSERSO, aparentemente inocentes, como las clases de macramé, de nostálgicos a los que les resulta insufrible pensar que ofrecieron toda una vida a una causa perdida. Lo sé.

Dejémosles con sus juegos, pero vayamos descolgando los crucifijos de las aulas de los más jóvenes, precisamente porque, como dice González Pons, son el símbolo de Europa, la salvaje Europa que promovió las Cruzadas, que paseó la cruz en el pecho de sus guerreros violadores, excitados por las calenturas de Papas libertinos y sedientos de poder.

Las aulas no son lugares para colgar mitos de sus paredes sino para el uso de la razón. Para los microscopios, y no para los símbolos de la barbarie. Dejemos las cruzadas para los libros de Historia.

Marco dijo...

La semana pasada, el Congreso aprobó una moción que insta al Gobierno a retirar los crucifijos de las escuelas, en cumplimiento de una reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo. El texto, promovido por ERC y apoyado por el PSOE, habla de escuelas, a secas, lo que llevó a interpretar que la pretensión de eliminar los símbolos religiosos no se limita a los centros públicos, sino que se extiende a los concertados confesionales. La jerarquía eclesiástica, el PP y los medios conservadores reaccionaron con su habitual desafuero y se preguntaron si el siguiente paso de Zapatero iba a ser la supresión de la Cabalgata de los Reyes Magos.

El episodio invita a reflexionar sobre la relación entre el Estado español y la Iglesia católica, que disfruta de un estatus excepcional en virtud de la Constitución y de los acuerdos con la Santa Sede de 1979. Nadie niega que el cristianismo ha contribuido de manera crucial a la formación de la cultura europea (lo cual no implica que exista unanimidad al valorar los beneficios de esa aportación, sobre todo en España). En realidad, las religiones y los sacerdotes han desempeñado un papel decisivo en prácticamente todos los procesos culturales. La gran singularidad europea consiste en el desarrollo del concepto del laicismo, que defiende una estricta separación de Estado e Iglesia y el confinamiento al ámbito privado de las manifestaciones religiosas.

En España esa separación no se ha consumado, y la mejor prueba de ello es la educación. El Estado aporta unos 4.000 millones de euros anuales a los colegios concertados católicos y al pago de salarios de profesores de religión en centros públicos y concertados.

La figura de la concertación con escuelas privadas surgió en su día como una solución para dar cobertura universal a la educación, pues la red pública resultaba insuficiente. El creciente deterioro de la enseñanza pública ha otorgado un peso creciente a las escuelas religiosas en la formación de los ciudadanos. Más que obligar a estos centros a retirar los símbolos religiosos, lo que debe hacer el Estado es mejorar la educación pública, eliminar la clase de religión de los colegios públicos, abstenerse de sufragar a los profesores de religión y replantear el concepto de concertación, de modo que los fondos de los contribuyentes vayan a parar sólo a escuelas que acepten voluntariamente las reglas del juego de la aconfesionalidad. No se trata, por supuesto, de un proceso sencillo, y falta ver si existe la voluntad política real de emprenderlo. Pero es el marco en el que debería moverse un Estado moderno.

Nacho dijo...

España es tan contradictoria como su Constitución, ese ejercicio de equilibrismo asimétrico –una parte negociaba con la pistola sobre la mesa– al que algunos aún llaman consenso. Por eso nuestra Carta Magna define a este santo país como “aconfesional”, para después decir que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Como diría Ricky Martin, un pasito p’alante, un pasito p’atrás.

España es un país de aconfesionalidad asimétrica, donde todas las confesiones son iguales pero algunas más que otras. Por eso acabamos de salir de un puente que por un lado se sujeta en el día de la Constitución y por el otro en el de la Inmaculada (ambas sin pecado concebidas).
España es así, señora, y por eso el 30% de católicos practicantes que aún nos quedan –esos que cuando hacen la cuenta se numeran como “media España”– están tan enfadados con esa radical propuesta de ERC, aprobada por el Congreso, que ha pedido al Gobierno que cumpla con lo que dicta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (¡anatema!). La Justicia ha sentenciado que el crucifijo sobra en clase, que el símbolo de la fe de algunos no puede presidir el templo de la educación de todos.

Ante tal provocación, los católicos han tomado dos caminos contradictorios: unos restan importancia al crucifijo, diciendo que no molesta, y otros le dan una importancia suprema, y hablan de un atentado contra la libertad religiosa. Les doy la razón en una cosa: lo de la cruz es simbólico y, aunque sobra en la escuela pública, no se debe sacar de los centros religiosos, que de lo suyo gastan. El problema es que los colegios religiosos, en este inmaculado país aconfesional, se pagan con dinero público.

Manolo dijo...

El sentido común avala que la Tierra es plana, porque si fuese redonda se caerían los de las antípodas. Y que el sol gira alrededor de la Tierra, porque de lo contrario no nos podríamos levantar del mareo. Es tan obvio y de tan sentido común como que la materia que conocemos tuvo que crearla un ser todopoderoso, que a su vez no necesitó ser creado por nadie. Bueno, esta última parte tengo que estudiarla mejor.

Lo que demuestra que ciencia y sentido común no siempre coinciden, porque es más común la ignorancia que la sabiduría (“el número de los tontos es infinito”, decía el Levítico, el libro donde se escriben más necedades por centímetro cuadrado).

Desde entonces la Historia ha brindado numerosas muestras de la paradoja del sentido común, en la que el tonto es quien decide quién es el tonto. Quién de los demás es el tonto, se entiende. Os recuerdo que Franco y Pinochet asesinaron, bajo la acusación de rebelión, a los generales que no quisieron rebelarse con ellos contra el poder legalmente constituido. Jehová pasó a ser considerado el paradigma de la justicia después de condenar a muerte a unos primeros padres cuyo enorme delito había sido darle un bocado a una fruta prohibida.

Andando el tiempo, de la mezcla del sentido común extravagante de ambos, de ese dios y un nazi, nació la mente privilegiada del Papa Ratzinger. Y si no, veamos la muestra: dice el antiguo nazi y vicediós que la eutanasia y el matrimonio homosexual van contra la ley natural. Contra la ley natural. Quedaos con el sutil concepto.

Porque la paradoja del tonto explica que el jefe de una secta que prohíbe el matrimonio a sus sacerdotes porque ama mucho a la familia y a los niños, que casa a sus monjas con un amigo imaginario, que cree convertir pan y vino en carne y sangre recitando unos conjuros, que dice tener el poder de lavar con agua un pecado original que los niños traen de fábrica… sólo la paradoja del tonto, digo, explica que alguien así pueda considerar antinaturales la eutanasia y el matrimonio homosexual.

Teresa dijo...

Los defensores del clericalismo se han quejado de las denuncias que en la manifestación del los sindicatos del 12-D se hicieron con lemas como: "La crisis agrava: A banqueros y clero, de mis impuestos, cero"; carteles y pancartas sobre el tema que no pocos asistentes al acto colocaron también, entre otros, en el edificio de la Cope, vecino al término de la manifestación, según vemos en La Razón, Libertad Digital y otros medios afines.

Los clericales -que no los religiosos, que no intentan imponerse con leyes prohibitivas ni chupando impuestos- agravan la crisis económica mucho más de lo que en general se cree, no sólo con unos ¿pocos? cientos de millones del mal llamado "impuesto religioso", que en realidad se dedica casi todo a pagar salarios al clero, sino con los más de cuatro mil (4.000) millones de euros que, repartidos entre todos los ministerios y con denominaciones deliberadamente vagas y hasta engañosas, les entrega cada año de nuestros impuestos un débil Gobierno en un tan anticonstitucional como contraproducente esfuerzo por suavizar el continuo y feroz chantaje al que le somete la jerarquía eclesiástica. En vano se lo advirtió ya hace tiempo un conocido político: "Cría obispos y te sacarán los ojos".

Martin dijo...

Paz y bien en estos días para todos los de buena voluntad; pero no para quienes utilizan hasta estas grandes celebraciones para sembrar cizaña, acusando hipócritamente de ello a los demás. ¿Qué sentiría usted si se le dijera que no podría dejar de trabajar en estas fiestas porque ya no cree en el dios Apolo, en cuyo honor se celebraba antes aquí este decembrino renacer solar, como toda la humanidad celebra desde siempre este solsticio invernal, invocando a otros mil dioses? Sin embargo, su ignorancia e intolerancia lleva a algunos hasta a cuestionar, incluso por escrito, el derecho a no trabajar en ese tiempo de los parlamentarios que han pedido que no se privilegie sólo en tales fiestas, o en las escuelas, a los símbolos exclusivos de los adoradores del dios Apolo, digo, del dios Jesús.

Hay que estar muy peligrosamente ciego para ignorar que todo siempre evoluciona y varía, según observó ya el griego Heráclito. Quienes se empeñan a la desesperada por detener el curso del río de la vida sólo consiguen provocar desbordamientos e inundaciones que producen miseria y muerte por doquier. ¿Qué convivencia podemos esperar de tan peligrosos talibanes, que quieren eliminar o expulsar de nuestro país, al menos en lo cultural, cuando no pueden ya físicamente, a musulmanes, judíos, ateos, etcétera? Paz a todos los miembros de la España real, plural, democrática, no a quienes quieren seguir imponiéndonos, como antaño, esa empobrecedora caricatura de país, falsificando la religión y el patriotismo para dominarnos a todos.