martes, 13 de octubre de 2009

Fuerzas Armadas: orgullo patrio

Todos los años sucede lo mismo y el poso que queda del día de la Hispanidad es el chascarrillo político y el contrabando de favores. Este año se ha producido algo que me ha hecho pensar lo que piensan que es el poder.

Mientras la comitiva gubernamental hacía acto de presencia, los asistentes más cercanos abuchearon al Presidente del Gobierno y a la Vicepresidenta Primera. El hecho no es nuevo, pero ha salido a la luz pública el comentario que el mismo Presidente hizo del hecho y cómo el Alcalde de Madrid salía "en defensa" de los abucheadores.

El Presidente hacía referencia a la falta de respeto que suponía el abucheo presidencial mientras el Alcalde intentaba justificar que si bien el abucheo en sí era comprensible, no lo era en lo que él denomina "un acto de Estado", frente a lo que se podía considerar un "acto de Gobierno".

Pero resulta que el Alcalde confundió cuál era el acto de Estado y cuál el de gobierno. El desfile que estábamos presenciando no es un "acto de Estado" por varios motivos . El primero de ellos porque las FFAA tienen un responsable máximo operativo en la figura de su Ministra, miembro (no miembra) del Consejo de Ministros que él preside. El segundo motivo es que, si bien el Jefe del Estado, el Rey, es el Capitán General de los Ejércitos, resulta que lo es nominalmente, ya que todos los actos del Rey en materia militar requieren refrendo del Presidente.

El acto de Estado se estaba produciendo fuera de la tribuna. Los presentes en el acto estaban mandando un mensaje directo al Presidente. No estamos de acuerdo con tu gestión, y aprovecharon la única ocasión que tenían para hacérselo saber. En este sentido, el Alcalde no debía recordar que durante una manifestación en contra del terrorismo, dos manifestantes fueron identificados ideológicamente y se les detuvo por estar en actitud beligerante. A los familiares del incendio de Guadalajara, cuando increparon a la Vicepresidenta por la horrorosa gestión de la catástrofe ésta les sancionó administrativamente por alteración del orden público, pero cuando el PSOE organizó el día de reflexión de unas elecciones generales actos masivos de coacción a los militantes del partido en el Gobierno, cercando sus sedes, estaban en el legítimo uso de su derecho a la libertad de expresión.

Los dirigentes políticos, posiblemente por el largo tiempo que pasan a tanta distancia del pueblo que los elige, olvidan con demasiada frecuencia que el poder emana del pueblo, que es el pueblo el único soberano y portador del poder, de todos los poderes del Estado. Que el único "acto de Estado" de ese día fue precisamente el abucheo presidencial, y que todos los que se encontraban en esa especie de gasolinera llamada tribuna de personalidades, le deben al pueblo la posibilidad de ejercerlo por delegacion.

Definía Ortega la soberanía como la facultad de las últimas decisiones, el poder que crea y anula todos los otros poderes (Discurso de Ortega en el Congreso de los Diputados el 13 de mayo de 1932). Coincido con él al creer que la cesión temporal del ejercicio del poder no anula que el pueblo se prive de hacer saber a sus dirigentes, y especialmente al que tiene la más alta responsabilidad, quién es el soberano y por qué están ellos donde están.

Realmente con sus declaraciones todos los políticos presentes cometieron el eterno error de considerar al pueblo como la plebe a la que se le debe "pan y circo" mientras se les desprecia y anula, y en ese escenario los únicos que se mantuvieron firmes en toda la extensión del término, como siempre, fueron los militares, haciendo grande a España, aunando el orgullo colectivo alrededor de una bandera común, recordándonos que ellos, ajenos a la disputa política, velan por España y los españoles, están en su sitio, en el sitio que el soberano les ha puesto, y con una misión encomendada que están dispuestos a realizar por el único interés de España.

Realmente el día de ayer es el día de España, de recordar porqué somos un pueblo, qué nos identifica y qué nos une. Nuestras FFAA, nuestra bandera, nuestra patrona, un día clave en la Historia de España, en la Historia de todos los españoles, vascones y catalanes, gallegos y andaluces, castellanos y navarros. Y a nuestros políticos les faltó tiempo para destapar sus vergüenzas y el estrecho sentido de Estado que tienen.

1 comentario:

Manolo dijo...

Cuando el 12 de Octubre celebrábamos el Día de la Raza, los ejércitos españoles desfilaban su poderío por el Paseo de la Castellana, de Madrid, como garantía de defensa del régimen que había sido impuesto a los españoles por la fuerza de sus armas, y no por la de los votos. La Raza aquella estaba simbolizada por el batallón de legionarios descamisados, pelo en pecho, paso trotón, precedidos por una cabra que extendía así todo su significado a esa parte del ejército que históricamente había sido refugio de ex delincuentes. Toda una alegoría del sentido franquista de la Raza.

Con la democracia, pasó a ser el día de las Fuerzas Armadas, un ejército moderno que perdía así su atractivo machista y de cancerbero de las esencias de la dictadura, que para colmo se adhería a la defensa internacional de la paz y de los Derechos Humanos bajo mandato de la ONU.

El Ejército, en el imaginario de la extrema derecha, ya no era el instrumento de sus intereses. Hasta Mariano Rajoy se aburría, como le reconocía a Javier Arenas el año pasado: “Mañana tengo el coñazo del desfile… en fin, un plan apasionante”.

Algo había que hacer, pues, para que el niño Mariano se distrajese nuevamente jugando con los soldaditos, cansado ya del numerito de la cabra. Así que desde el Partido Popular se convocó a su militancia, para que cogiese sitio preferente frente a la tribuna de invitados, con la intención de recibir al presidente del gobierno, como todos los años, al grito de “Zapatero, dimisión”.

Hemos pasado, pues, de celebrar el Día de la Raza a recuperar la fiesta del Día de la Extrema Derecha (DEX), donde la cabra, aunque parezca imposible, parece un animal mucho más cuerdo y elegante que aquella pandilla de abucheadores vociferantes, banderita en mano, de la tribu de los oseas. O sea.