lunes, 6 de julio de 2009

Ponga un gay en su vida


Esta semana pasada ha sido la semana "del orgullo gay", en la que unos individuos, individuas o como se quieran llamar han paseado su pluma por Madrid. Todos están de acuerdo que la fiesta no es reivindicativa porque en España ya no hay nada que reivindicar, y se trata de una fiesta de concienciación y recuerdo por aquéllos perseguidos en otros países donde el homosexual es literalmente un delincuente.

Resulta curiosa la forma en la que los gays que participan del evento reclaman derechos para los perseguidos: en carroza, con mucha música, drogas, alcohol y sexo. A mí se me ocurre alguna otra forma de reivindicar derechos para otros de mi misma condición que están perseguidos, pero a quién le amarga una fiesta si además está pagada por todos los madrileños.

Es igual de evidente que no todos los homosexuales sienten simpatía por ese estrambote, más propio de la década hippie que de una auténtica reivindicación del siglo XXI, y desde luego no pareció que hubiese recuerdo alguno para los perseguidos en otros países. Por tanto, podemos concluir que es más una excusa para divertirse a costa del erario que de reivindicar derechos. Se trata, pues, de un lobby objeto de especial protección por parte del político débil que necesita contentar a todos sea cual sea el motivo del lobby para que quede contento.

Esto me lleva a preguntarme si una formación política debe o no tener una posición determinada ante el hecho homosexual. Algunos políticos, con sus acciones y declaraciones creen que sí; la prueba la tenemos en el Alcalde de Madrid. También Mariano Rajoy en el programa "Tengo una pregunta para usted" comentó que si su hijo fuera homosexual lo querría igualmente.

En el segundo ejemplo yo habría respondido con otra pregunta ¿Querría usted a su hijo si fuera obeso? Y es que la condición sexual de las personas debe importar a los políticos lo mismo que el peso, color de pelo o número de dientes que tienen los ciudadanos. Si la sexualidad de una persona se vive según el respeto a los derechos de los demás, no creo que ninguna administración tenga que venir a discriminar positivamente a nadie. ¿Se imagina alguien una cabalgata de gordos reclamando mayor espacio en los medios de transporte o en la anchura de puertas, o de altos, o de bajitos, o de ciegos, o de pelirrojos, o de mellados, o de tullidos? Desde luego tendrían, al menos, los mismos motivos para reivindicar sus derechos.

El problema reside en la poca fiabilidad que algunos políticos tienen de sus propias convicciones. Si el Alcalde de Madrid confiara más en la persona y la respetara totalmente no necesitaría estar permanentemente justificando su aprobación del hecho homosexual. Eso faltaba, que no lo hiciera. Igual ocurre con la condición de mujer, por la que todos los políticos corren a ver quién es más feminista, o de ayuda al inmigrante, a ver quién es más tolerante. Estupideces.

El homosexual, la mujer, el inmigrante, el gordo, el bajito y el tullido son personas y como a tales hay que tratarlos, y no sería necesaria ninguna reivindicación ni discriminación positiva ni tontería semejante, que nada le cuesta al político y sí mucho al contribuyente, si las administraciones nos tratarran a todos como personas. Y el gordo debe tener protegido su derecho al libre acceso a los medios de transporte como cualquier otro, y la mujer derecho a trabajar como cualquier otro y el homosexual a serlo como yo a no serlo, y por ello no soy ni menos tolerante, ni menos feminista ni sandeces similares.

Sí hay mucho interés económico por parte de algunos que viven muy bien haciendo gala de su homosexualidad y como único mérito el haberlo publicado, y mucho político débil que piensa que de esta forma es políticamente correcto, y en lo que se convierte es en un ser profundamente injusto. Y esto es peor en aquéllos que además se declaran liberales y defensores de los derechos individuales. Algo menos de oportunidad politica y algo más de repaso de sus propias convicciones es lo que le hace falta a algunos ilustres políticos de esta España nuestra.


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