jueves, 15 de enero de 2009

La Justicia y los jueces, la Política y los políticos

Cuando el juez quiere ser político y el político se convierte en juez, podemos aseverar que el Estado en quiebra y su ciudadanía pasa totalmente de todo.

Nuestro sistema judicial, el que nos hemos dado constitucionalmente, se basa en el nombramiento político de los miembros de los Tribunales más importantes y de su órgano de control, a saber, Tribunal Supremo, Constitucional, Consejo General del Poder Judicial y Tribunales Superiores autonómicos, quedando fuera, los tribubales de paz y los de primera instancia e instrucción, porque ya ni siquiera las Audiencias, aunque en la CE se asegure que el poder judicial es independiente.

Además, como trabajadores que son de la Administración Pública reclaman determinados derechos laborales, el último el derecho de huelga, por lo que el principio de actuación judicial queda supeditado a que el juez esté o no en huelga. Supongamos la situación dantesca de un levantamiento de cadáver que se retrasa porque el juez de guardia está de servicios mínimos.

En el otro lado, tenemos un PSOE que reta a los jueces a entrar en el debate político (declaraciones de Ramón Jáuregui), y a jueces que, dentro de su soberbia y corporativismo, se ven incapaces de reconocer sus propios errores, ajenos tanto al cumplimiento de sus normas como a los derechos de los ciudadanos.

Mientras, una sociedad, la española, la que es soberana y de la que emana cualquier ejercicio de poder y portabnto la última responsable, más pendiente del escándalo del Real Madrid que de saltar a la calle a exigir ante la única institución que pudiera mediar (y que debe estar todavía esquiando por Baqueira) que se acabe con la politización de la Justicia.

Efectivamente, el PSOE lo está bordando: los jueces politizados, la sociedad idiotizada, la oposición socializada, y mientras el PSOE saliendo de rositas ante las calamitosas acciones de gobierno que lleva haciendo desde el inicio de la legislatura, posiblemente la de mayor número de errores consecutivos desde el último periodo democrático (en fomento, en igualdad, en justicia, en exteriores, en economía, en interior (véase la última de vigilancia penitenciaria, las exigencias de la polícía, etc)).

Nunca se ha hecho peor y nunca se ha exigido menos, y claro, así nos va.

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