viernes, 16 de enero de 2009

De los tontos y los indefensos

Consumo. Ése es el caballo de batalla para este año. Mientras el mundo bancario sigue en su burbuja explotando por doquiera, arreglando los pufos que ellos mismos han creado, el resto de los mortales, aquéllos que vivimos de una nómina o de un negocio, o que son empresarios que no solo se preocupan por su cuenta de resultados, sino que también sus trabajadores son importantes, esos mortales debemos demostrar de qué pasta estamos hechos.

Recientemente, Mayor Oreja, un gran político en mi opinión, piensa que actualmente España y Europa están pasando por una profunda crisis de valores. Qué razón tiene.

El relativismo moral, la infracultura del disfrute, la denostación del esfuerzo, la igualdad de resultado, son valores predominantes, instalados en España.

Los españoles creíamos que todo lo que teníamos valía más de lo que realmente vale. Se despreciaban trabajos porque no eran lo suficientemente atractivos económicamente y despreciábamos la necesidad de seguir formándonos. Era el tiempo del disfrute fácil, los viajes (nunca en España tanta gente ha gastado tanto en turismo), el ocio irresponsable y el gasto supérfluo y nunca se ha invrtido menos en formación, educación, o como llaman ahora los horteras, inversión sostenible. Y me refiero a la inversión individual, no a la de las Administraciones.

Y, la realidad ha sido cruel, cruel para los tontos y los indefensos. Me apeno de los segundos y me aprovecho de los primeros. El tonto es aquél que se despedía de una empresa para pasar a otra únicamente porque le pagaban más, el tonto es el empresario que no aceptaba trabajos que le dejaran menos del 100% de la inversión en menos de un año, el tonto era aquel que ahora acepta cualquier trabajo porque no está cualificado para hacer ninguno. Esos tontos o están en el paro o están arruinados, lamentándose de su mala suerte. Incautos.

Me preocupan los otros, los indefensos. Los que sabían que era necesario esforzarse para trabajar cada vez mejor, aprovechar las oportunidades de futuro y querían mirar más allá del próximo verano. Que prefreían guardar para épocas peores que derrochar y despilfarrar, que no hacían más ostentación que la de su trabajo, pero que ahora son víctimas de un sistema que premia la mediocridad, que penaliza el esfuerzo, que no consiente la excelencia y que denigraba a quien intentaba ser mejor. Todo en la más genuína costumbre posmodernista.

El caso es que en España hay muchos tontos y menos indefensos, y ni unos ni otros pueden consumir, lo que hace que se pare la rueda económica, la renta deja de fluir y la maquinaria tiende a pararse. A eso debemos añadir la incompetencia personificada en un Gobierno que difícilmente será superado en su mal hacer.

El Gobierno acaba de predecir (que Dios nos coja confesados), un 5,8% de déficit público y una tasa de paro que espera que no sobrepase el 14% (milagro será que no alcancemos el 8% de déficit y el 20% de paro), y eso solo se financia de una forma: aumentando los impuestos, lo que detraerá renta a las familias empresas y retrasará la salida de la crisis y por tanto la creación de empleo, es decir, girar la rueda en sentido contrario.

A muchos gurús económicos, como Zapatero, lo que les mueve a la reflexión es la falta de inversión, que los bancos no dan créditos, y no nos queremos dar cuenta de que los créditos son para hacer frente a la crisis, no para invertir, sino para subsistir. Necesitan refinanciar deuda, no aumentarla, y este Gobierno ha dado tropecientosmil millones de euros para no se sabe qué, ni a quién ni para qué. Hombre, muy responsable no parece, pero da igual, pongámonos una palestina al cuello y pidamos desarrollo sostenible (pagando la tasa Kioto).

Como diría la Bardem, tú dame pan y llámame tonta...

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